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AÑO CHRISTIANO.

nasterio mas vasto ni mas l]umeroso. Pareda una Ciudad

en el desierto, sin turbacion , sin tumulto, sin c<>nfusion.

En él reynaba un eterno

y

maravilloso silencio; babia

mas de mil Monges

~

como si no hubiera una alma.

Para facilitar . el OfiCio Divino

a,

los, ql!le

ha~.laban

di–

ferentes lenguas:; edificó quatro , Iglesias principales den–

tro de las paredes del Monasterio. Una para los de A ia,

Europa,

y

Afr ica, que entendían el Griego. Otra para

los Arme.nios , en cuyo númerq estaban comprendidos

los Persas·, •Y'

ios

Arabes. Otra para los Besas,

ó

Septen–

trionáles, .que :·halblaban la lengua Esclavopa,

Y'

Rhútni–

ca.

La

quarta en fin, con grandes habitaciones separadas

para los , Knergúmenos , 'es decir, para todos aquellos,

fuesen . Religiosos

ó

seglares, que por secreta disposicion

de lia diyina. providencia estaban poseídos del demon io,

que en aqt.Wll0s tiempos eran , inumerables. Todas estas

lglesias ·estaban destinadas para cantar el Oficio Divfoo,

segun las diferentes lenguas y Naciones; pero no se ce–

lebraba en todas el sacrificio de la Misa. Esto solo se Ha–

cía en la de los Griegos , que era la mayor, y solamente

en esta se· comulgaba. Cada dia se cantaban los Salmos,

y

se hacía.siete .

v~ées

onacion en cada Iglesia , segun la

costmi1bre, <que es lo que corresponde

a

las que llamamos.

Horas .Canónicas en Occidente :

y a

la hora señalada

to–

dos cm1currian

a

la Iglesia mayor

a

oir Misa, y hacer sus

devociones.

Persuadido Teodol)iO

a

que la ociosidad es madre de

todos los vicios, cuidaba que .se emplease en el trabajo cor -'

poral todo el tiempo qué sobraba de la oracion , y demás

exercicios espirituales. En este oficio manual

s~

fabricaba

todo lo necesario para los menesteres de la casa. Lleno

del espíritu de Dios el santo

~bad

gobernaba aquella

Comunidad numerosa con tanta 'prudencia, con tanta

dulzura ;·y con tanta destreza, que cada dia 'brillaba mas

eh

ella la piedad, y la disciplina religiosa , creciendo

el fervor al ?aso que se iba aumentando' el número de los

Monges. Severo consigo

mismo~

reservaba únicarnepte la

apacibilidad y la indulgencia para todos los demás. Su

humildad ;

y

sus modales siempre gratas, su temple cons–

tantemente'. serema,

y

su semblante risueño

~ perpetua~

mente le ganaban el corazon y la·.confianza de t9dos

SU$.

'

· súb-,