32
,
EXERCIC
JOS
Septiembrn.
Soberana Señora
,
corno han t rn tado vuestros Sol–
dados al que V os os dignasteis hacer Rey: si est ;
lo hubieran hecho los enemigos de la Religion,
ya
veria yo lo que debía hacer con ellos; pero siendo
obra de los criados de vuestro Hijo,
y
rni dulce S
a!–
vador, 1·ecibo con alegria esta avent1wa
,
y
os
cloj
gracias por ella.
Con efeélo, toda la sati sfaccion
que tomó
d~
aquella brutalidad , fue hacer mayor
limosna
á
los mismos mendígos.
Empleaba la mayór parte del dia en los ne–
gocios de la Religion , del Estado , y de la justi-'
cia que administraba
á
sus pueblos por
í
mismo.
Sus audiencias siempre francas ,
y
accesible
á
to–
dos
.!.~n
qualquier hora, pero preferidos en todo ca–
so los' pobres; por lo que era dicho comun que los
Ungaros lograban un Soberano que mas ' era su
pa~
-
dre que su Rey. Todos los
días asistía al santo'
Sacrificio de la Misa con tanto respeto, con tan·
ta
modestia
y
con tºanta devocion ' que la infun–
tjia en todos
los
circunstantes , consagrando las de-'
más horas que le quedaban desocupadas al exer_.
cicio de buenas obras ;
y
decía con gracia que es–
ta era su caza , este , su juego ,
y
estas sus di
ver–
siones.
-r.a:
mayor 'parte de la noche la empleabi
en
fa
meditacion
y
en la o'racion, menos las
vís~
peras
de
Comuniorí , que eran muy freqüentes, las.
quales las pasaba todas
en
vela. Correspondían su.<s
penitencias al fervor y á la inocencia de su vi–
da;
siendole muy familiares los
ayu~os
, los cilicios,
los instrumentlos rde mortificacion'
y
la macéracion
del cuerpo; tánto que no pocas veces descubrió
Dios con prodigios sus mas secretas mortificaciones.
' Sien-