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SEñOR NUESTR:O.
'295
dós por sus
falsas Divinidades , nada les causó mas
admiracion ' que el vér empezar
a
enmu
cer estos
Oráculos en el nacimiento de Jesu-Christo ; y que
conforme este Divino Salvador era conocido
y
adora–
do en el mundo , cesaban todas estas pretendidas
maravillas ; y los demonios
a
quienes ha sta en tonces
habían adorado como Dioses , eran arrojados de los
Templos en que obraban sus encantos , sin mas que
invocar el nombre de Jesu-Christo. Desde que J esu–
Christo se dexó vér en el mundo , empezó
a
correr
a
8U
destruccion el imperio del Príncipe de las ti nieblas.
Es confesion esta del mayor enemigo que tuvo jamás
el Christianismo de Porfirio digo:
,, Esculapio nq
,, cura
a
nadie , dice este Filosofo , desde que se em–
" pezó
a
adorar
a
Christo.
De
este s.uceso maravilloso se sirvieron comun–
mente los primeros Christianos , especialmente
los
Santos Padres, para demostrar
a
los Paganos la impo–
tencia
y
las ilusiones de sus pretendidas Divinidades,
y
la
omnipotencia de Jesu-Christo , cuyo solo nom–
bre
hacía
enmudecer
a
sus mas famosos Oráculos.
Les ponían continuamente delante de Jos ojos el es–
tado en que se hallaban entonces sus Oráculos,
y
el
poder que habían tenido los Christi anos para hacer
cesar sus ilusiones
y
expeler de sus T emplos sus pre–
tendidas Divinidades;
los
convidaban
a
hacer
de nue–
vo la experiencia, llevando
a
sus Tribunales alguno
de aquellos fal sos Profetas que pasaban por inspira–
dos'
a
Jos quales se ofrecían reducir
al
mas vergon–
zoso sil encio ' corno igualmente
a
arrojar los
demo–
nios de
qualquier
·cuerpo en
que estuviesen;
sobre lo
qu.alles hablaban con una confianza tal' que daba
a
en-