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23~

ABRIL.

do su anhelo

era

dar la vida en defensa de

ella~

i

No

fné

estéril, ni ociosa la conversion de los dos san..

tos hernunos : los pobresr sintiéron presto su efecto , pues

1nuchos se viéron libres de su

~miseria

con· sus quantiosas,

y

caritativas litnosnas. Pero su

carid~d

,

y

su 111isericordia

se explicó principahnente , así en dar sepultura

á

los cuer–

pos de los Santos Mártyres , que tnorian durante la per–

secncion , éotuo en consolar ,

y

alentar

á

los que estaban

encarcelados en odio de la Fé.

No podía dexar d.e hacer gran ruido en la Ciudad una

virtud tan sobresaliente en personas de aquella edad , de

aquel mérito ,

y

de aquella calidad. Llegando

á

noticia de

Allnaquio , Prefecto de Ron1a ,

y

grande enemigo de los

Christianos , 1nandó cotnparecer ante su Tribunal

á

los

dos

-s~ntos

hern1anos.

Y

haviéndose presentado:

Admirado

utoy

,

ks dixo ,

que unos hombres de vuestra distincion u

hayan mezclado con esos miserables Christianos, aborrecidos,

y

despreciados de toda la tierra.

a

Es decente á per1onas de vues–

t1~a

calidac/J juntarse con esa

canalla~

a

Si quereis hacer bien,

faltarán pobres honrados, en quienes expendais vuestras

li–

mosnas~

Bien se conoce

,

Se#or,

respondió ·Tiburdo ,

que

c~noceis

poco á los Cbristianos. Solo el título de siervo del verdade–

ro Dios en la única Religion verdadera

,

vale mas que to–

das las riqueza1,

y

toda la nobleza. HaJta ahora no ha ba–

vido en el mundo Pueblo tan discreto, Nacion tan prudente

como la de lo1 Cbristianos. Ellos desprecian lo que parece al-

go á los ojos de los hombres,

y

en la substancia es nada;

y

ellos estimJn lo que paru! nada

á

nuestros · ojos

,

y

es todo

tn la subJtancia. T bien

,

replico Ahuaquio ,

~qué

viene

á

ser eJo, que en sí es nada,

aunqu~

parece

algo~

Este mu11-

do

,

respondió Tiburcio,

que solo eJ una figura fugaz

,

J'

pas(lg~ra

;

esai honras vanas de que se apacientan los mun–

danos; ese fantaimon de

~loria

,

esa quimérica felicidad de

esta vida, tras la qua/ tan ciegamente u corre. ¿Yquál es la otra

costt:,

le pregunr9 Altnaquio,

que pareciendo nada

á

nuestra

vista

,

en la realidad vale por todo? Es la vida eterna,

res–

pondió Tiburcio,

aquella vida feliz para las almas juJtaJ,

que