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Lima,
30 de
marzo
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Mí buen amigo don Adolfo:
Gracias mil por los amabilísimos conceptos de su tarjeta del 9 de marzo.
Las manifestaciones de simpatía y aprecio social que se me han prodigado
no solo en Lima sino en todo el país me tienen no solo contento sino hasta orgulloso.
La gran Velada con que, en la noche del 11, me agasajó la juventud universitaria
ha ultrapasado mis ensueños de renombre literario. Casi es toy por agradecer la
indignidad de su comportamiento al analfabeto gobernante de mi patria que, en
tres años y medio de presidencia ni por curiosídnd ha visitado la Biblioteca no
ocupándose de ella sino para agraviar a su Director33. Lo injusto e ilegal de su
procedimiento ha sido reprobado por cuantos blasonan en el Perú de cultos e
ilustrados.
En posesión ya de mi cédula de jubilación, con mi sueldo íntegro de 250
soles al mes, voy a trasladar mi residencia, desde el 1
º
de Abril al balneario de
Mirafiores, bonita población veraniega á diez minutos de Lima. Como mis
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año tienen ya muchos alifafes, mi médico me impone el que fije mi residencia en
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Augusto B. Leguia, presidente del Perú (1908-1912
y
1919-1930).
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