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Para maximizar sus ganancias, los empresarios optan, entre otros,
por reducir los salarios de sus obreros, o simplemente no otorgarles
aumentos salariales a pesar de que el costo de vida sube. ¿Cómo re-
acciona el obrero ante la imposibilidad de aumento de sus salarios,
en términos reales? Tiene dos posibilidades: disminuir su canasta de
consumo en bienes alimenticios, lo cual tiene un cierto límite, o pre-
sionar a una disminución del precio de dichos bienes alimenticios.
En cualquiera de los casos, es el campesino que paga las conse-
cuencias. En términos reales, cuánto más bajo es el salario de un
obrero, tanto más fuerte es la presión sobre el costo de los bienes
alimenticios. Y detrás del campesino no hay nadie quien pueda
compartir su desgracia con el campesino. El campesino no tiene
forma de descargarse, aunque fuese una parte, de la presión sobre
el precio de los bienes alimenticios que produce.
He ahí el origen del grado de pobreza mayor del campesino con
relación al obrero. Se ha producido
una articulación entre dos for-
mas de trabajar
que, en condiciones de Repartición Individualista,
es el campesino que lleva la peor parte.
Una articulación siempre desfavorable para los campesinos, por-
que ellos no tienen a nadie detrás para poder transferirles un parte
o todo el peso de la extorsión de los industriales vía el salario de
los obreros. Así nacen las bolsas de pobreza y extrema pobreza en
la zona rural de la población.
Y esta articulación, en condiciones de Repartición Individualista,
nos conduce a una constatación sumamente importante. Cuánto
más bajo es el nivel de reproducción de los campesinos, tanto más
abajo estará la escalera de sueldos y salarios de la región y del país.
Es a todo el país que lo trae hacia abajo. Digamos, parafraseando a
José María Arguedas, es la venganza del pongo.
Entonces, es incuestionable que la aplicación de todo nuevo mo-
delo de economía, que tiende al bienestar general, debe comenzar