DE SAN AGUSTIN.
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I
tol , no consentimos en ellos , no le
obramos nosotros , sino el pecado que
en nosotros habita ;·
y
si careciése–
mos de todo movimiento desordena–
do, ni nosotros le haríamos , ni el
pecado baria algun mal en nosótros.
Dícese
á
mas de esto , que nosotros __
·
somos causa de
los
deseos desorde–
nados, que en otro sentido no hace–
mos en quanto no les obedecemos;
porque no son efectos de naturaleza
.agena , sino flaqueza de la nuestra
propia; de cuya tlaqueza estarémos
del todo libres quando lleguemos á
ser inmortales en alma , y cuerpo.
En atencion
á
esto no · obedecemos
los deseos del pecado, porque cami–
namos los caminos del Señor ,
y
te-