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·31

tad de recobrarla,

y

no

la de entre–

garla

~Una,

y

otra;

y

por esta se

ha de empezar. Mirad como insinúa

suavemente el precepto de la

Cruz~

Pero antes de explicarse con to·

da claridad enseña, que no consiste

el amor verdadero en decir, en pro–

meter cosas grandes , en desear

las~

y

en pasear la

imaginacion por

ellas, sino en guardar los Manda–

mientos. Es preciso empezar por

Jesu-Christo,

y ·

amar en él

su

v~r­

dad ' su palabra ' sus maximas '

y

preceptos , que asi lo hizo él, pues

empezó amando

á

su Padre ,

y

que–

riendo lo que le mandaba , por mas

r~oroso

que pareciese

á

la natura–

leza; porque el amor al que man....

da, hace suave lo que por sí es sen·

sible ,

y

amargo.

Amemos á Jesu-Christo,

y

~e

nos harán faciles todos sus Manda·

mientas. Acuerdate Christiano que

de nada sirve observar lo exterior

del precepto, si no se observa por

amor ,

porque

en el amor solo

~stcí

. e

3

com,. .