JUICIOS
y casi empíricamente desde el punto de vista anatómico, reproduciendo
ya un ros tro normal, ya uno patológico, deformado por la enfermedad . Y este casi
empirismo de los arti s tas, nos s irve en el modelo, de valioso documento para es–
tablecer la anatomía de la cara .
No podemo tampoco pedir a la cerámica, diagnós ticos de finura. Hay que
conceder a las piezas va lores relativos para el diagnós tico. No es posi ble, como
pretenden algunos, fundamentar diagnós ticos de suma preci sión, valiéndose de
la desviación de una línea o la abolición de una eminencia. "Todo lo representado
en ella tiene un sentido s imbólico, era un lenguaje, nó un s imple y superficial
adorno" dice acertadamente Valcárcel. El primitivo, dice \Vorringer, "se crea sím–
bolos de necesidad en las formas geométricas o estereométricas . Aturdido y ate–
rrado por la vida, busca lo inánime porque en ello ve eliminada la inquietud del
devenir y afirmada la fijeza perdurable." Y esta forma de escribir de los arti stas
primitivos, que qui s ieron que en la arcilla se inmor talizara su intensa emoción,
viene hoy a nues tras manos para servirnos a la medicina.
La cerámica nos d ice que aquí hay un enano, más allá un j orobado, luego
una paráli sis facial, un labio leporino, horadaciones , . tatuajes, etc . Pero de allí
a establecer diagnós tico de sífi lis, uta, tuberculosis cutánea, etc., va mucho tre–
cho. Sólo debemos pedirle lo que ella nos pueda dar.
El interés artís tico de es te Album es mos trar las piezas. Después vendrá
la interpretación correcta.
Creemos haber contribuído al fomento de la cultura artís tica y tambi én
al afán de inves tigación científ ica .
Agradecemos al Dr. Lui s E. Valcárcel su valioso apoyo
y
sus sabios con
sej os . Al Sr. J orge C. Muelle, su indispensabl e colaboración; así como al Sr. J.
M. B. Farfán que proporcionó los t érminos quechua , y al Sr. Abraham Guill én,.
por su aporte artís tico .
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U.dNB. L .dSTRE
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