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LA CATEDRA

la estación de l·a Peruvi an, donde llega–

ba

in co ntabl e nl11mero de romeros para

hacer pesar sus eq uipajes.

Las

esperas

forzosas que

los despachos d·e estación,

tienen como necesaria antesala, no violen–

taron a los romeros, que al parecer no de–

seaban otra cosa, que reunirse con los com–

pañeros de viaje. Recomendaciones mu–

tuas de n·o dejarse retener por las sábanas

al día siguiente, consejos oportunos de las

más asiduas romeras, protestas

aisladas

por la. demora de uno que otro emp leado

de la sección de eq uip ajes, notici as acer–

ca de la hora de la partida, comentari os

SO'bre la falta de pasajes, sobre J.a conve–

ni encia de ir po.r el lago, en fin , un mur–

mullo ensord·ecedor que reventaba l·os oí–

dos y un in cesa nte ir y venir q·ue mareaba

la vista se prolongó hasta• mu y entrada la

noche.

13 de noviembre.

Aún no había am an ecid·o y

y:~

com–

pactos grupos de gente, tocaban en los an–

denes de la estación. La natut'a•leza se mos–

trab a clemente co n Los rom,er·os

y

nad ie

su f.rió los rigo.res de la madrugada. Cam–

bios in termi nab les, consu ltas al J efe de es–

tación sob re l·a hora de la U.egada a Gua–

qui , todo se sucedía en un co ntinu o subir

y .bajar de los pasajeros, que buscaban có–

modos asientos en los convoyes que creían

serían los primeros en salir. Y

salieron

unos tras otros, con pequeños intervalos,

llevándose risueños rostros que ya goz-a•

ban de la

realidad

del

viaje, mientras

otros, parientes y amigos de los romeros,

menos af•ortun ados

que

éstos, mientras

batían en alto sus pañuelos, dej.aban refle–

jarse en sus r·ostros una ligera som bra de

tris~eza

.. . El último carro que sali ó a hs.

8.30, se llevó a no pocos de los madruga–

dores de las 2 o 3 de loa mañana, los que

21

consolándose mutuamente se decían: " los

últimos serán l•os primeros", mientras iban

dejando tras sí kilómetros y ki lómetros ...

Llegada a Guaqui.-

Muy pro nto la ciudad se quedó lejos,

al.lá

en el fo nd o del vall e.

Pasa ~o n ,

el Al–

to de La Paz, que castigab a co n una sua–

ve helada caricia, a• todos

l o~

que

aso–

mando los alegres rostros por la venta–

nill a· curi.oseaban Jos ·ejercicios de la es–

CU·ela de Aviación y, como el Alto, pasó

también Viacha, convidando a los ro;,e–

ros un desayuno con las acostumbradas

salteñas y bizcochos.

Llegaro n a Guaqui dos locomotoras.

co n alg un a diferencia. Los primeros que.·

pisaro n el pu·erto creyero n ser los privi–

leg iados y que podrían embarcarse pri–

mero, .p.ero para fas tidio de todos se su–

po que no partiría el vapo·r sin an tes va–

ciar sus carg·adas bodegas y con las ca–

ras h1echas vinagre, n? hubo más reme–

dio que tomar posesión de las ori llas

d~l

lago. Cada cual, según su inicia ti va

o

b·uen humor, formó su comedor de cam–

paña bajo los caniculares ra•yos del sol

de medio día. Y mientras las grúas se da–

ban· modos de apresurar la tarea,

J.os

ro–

meros se dieron a, la grata ocupación de

improvisar el almuerzo, que, a decir ver–

dad, no dejó de ser un ru atrayente nota

de paisaje y novedad.

La partida.-

·

Al

fi n interrumpiendo su ágape los

más regalones y todos deseosos de em–

batJ"carnos cuanto antes, t·omamos

como

por asalto la cubierta del barco y ahora:

"venga lo que viniere", como dijo algu–

na romera de segunda clase.

Un estri–

dente silbato y el despegue del vapor hi-