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cachata, y en el más frontero del pueblo

llamado Cacaaca, éste por ser muy eminente

y estar siempre nevado, fué muy venerado

por todos los de esta provincia de Omasu–

yos, en estos cerros les daba respuestas el

demonio, y eran continuos sus oráculos. A

las faldas de aqueste cerro nevado está otro

más bajo que dista de él un gran espacio

sin nieve alguna, donde estaba su fortaleza

llamada Pucarani.

Aquí tenían un ídolo

de pieára, el modo y traza de un indio de

estatura de media vara, ofrecíanle continuos

sacrificios de carneros, cuyes, que son sus

conejos, y cuando querían aplacar al falso

ídolo mataban criaturas".

Una vieja tradición cuenta que mora en

los cerros de la provincia, la víbora "ace–

ro", que tiene dos cabezas y guarda los

tesoros que ocultan sus montañas, castigan–

do con su mortal picadura a los que se atre–

ven a catear sus sagradas rocas.

En Santa Bárbara, próxima al cantón La–

ja, dicen los indios que, en las noches más

obscuras del mes de agosto, suele verse lla–

maradas azul-violáceas, de contornos ama–

rillos, y que cuantas veces han tratado de

acercarse, han caído desmayados sin poder

articular palabra, ni poder, después, seña–

lar con precisión el lugar donde vieron ar–

der tan raros fuegos. El vulgo señala como

un lugar de encantamiento y de "entierros".

Y como una protección, han erigido una ca-

pilla y bautizado el lugar con el nombre de

Calvario.

En el sitio de lncachaca o en el cerro de

Garahaime, sobre el camino de Laja a Ti–

huanacu, los indios suponen que deben es–

tar enterradas varias cajas con dineros y

joyas, que transportaban oficiales y solda–

dos de Melgarejo, los que, sorprendidos por

un ataque de los indios, después de un li–

gero combate, cayeron prisioneros y fueron

degollados. Pero cuando los vencedores

fueron a apoderarse de la recua que arrea–

ban los fugitivos, no encontraron carga al–

guna.

Comunes a todos los pueblos de las pro–

vincias del altiplano son las supercherías

sobre las

laikcas,

las

picharas

y otras cere–

monias con sacrificio de llamas, rociando

las paredes con la sangre de estos anima–

les para librarse de las enfermedades y em–

brujamientos; asimismo, las mezclas que

preparan con lanas de colores, fetos de ani–

males, etc., y van a colocarlas en el cruce de

los caminos, a fin que el viento y los viaje–

ros se lleven los males. Para resguardar

las casas del rayo, colocan en la cumbrera

una serie de cruces, que sirven de para–

rrayos. Conservan algunas otras ceremonias

para aplacar el furor del

chijchi,

del

,iuipi,

etc., es decir, del granizo, las heladas y

otros fenómenos naturales que, en la mito–

logía aimara, figuran como seres divinos.

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