re observaciones valiosas. No conoce las
enfermedades en la proporción acrecida en
los centros urbanos del país. Posee un ele–
vado promedio de sanidad. Las enferme–
dades y malestares que le aquejan suele
combatirlas con medicina casera, que cons–
tituye uno de sus profundos y tradicionales
conocimientos del valor de yerbas medici–
nales. Brujerío e infusiones son los prime–
ros elementos curativos a que acude.
Pero se encuentra inerme frente a las
epidemias. Busca entonces la ayuda del
médico o del curandero. A pesar de que
en las más de las veces se basta a sí mismo,
no ha logrado combatir la crecida morta–
lidad infantil, cuya sola eliminación sería
suficiente para" un normal crecimiento ve–
getativo de la población.
La parquedad de la existencia campe–
sina tiene sus válvulas de escape dm:ante
las fiestas con que se celebra a los santos
o se conmemora acontecimientos cívicos
nacio_nales. En tales oportunidades, se for–
man "comparsas" de bailarines con disfra–
ces de
"~hunchus",
"callahuayas", "more–
nos", "sicuris", "incas", "huaca-tokoris",
"jula-julas", etc. Cada comparsa exhibe
un traje especial, en el cual proliferan los
motivos indígenas sobre los que se añade
bordados de hilos de oro y plata, multipli–
cidad de lentejuelas, plumas de colorines,
máscaras variadas; y se distinguen· además
' por el tono de la música y los pasos de la
danza, sujetos a rigurosos ejercicios.
Las festividades determinan el empleo
abundante de alcohol
mez~lado
con agua y
en algunas regiones, del vino, los piscos y
las melazas, sobre todo, como en Zongo
donde no es rara la caña de azúcar.
La
mecapaqueña,
que nació en el cantón
Mecapaca tiene más de una breve historia.
La primera versión afirma que es una va–
riación, sobre motivos musicales altope–
ruanos, de la cuadrilla de lanceros españo–
la. Fué en la Colonia, se agrega, que se
produjo este mestizamiento con elementos
hispanos y aymaras,
y
que fué bailada con
Cactus en el camino de Obrafes a Río Abajo.
figuras semejantes a las de la cuadrilla,
pero que estrictamente no eran iguales.
Otra versión sostiene que la
mecapaque–
ña
no tiene mucho tiempo. Nació el pasado
siglo cuando Mecapaca era el centro de
reuniones sociales y de permanente afluen–
cia de gente rica y despreocupada. Con esa
modalidad de baile, derivada del
huayño
y del
kaluyo,
que son de tendencia colecti–
va, se llegó a lo individual y personalísimo.
Para la danza
aparec~eron,
como en la cue–
ca, dos personas frente a frente para un
entusiasta duelo de zapateado, lleno de mo–
tivos decorativos, de figuras y movimientos
cadenciosos. La mecapaqueña introdujo en
las fiestas un nuevo lenguaje sensual de
curvas y evoluciones.
Es imposible decir la época de nacimien–
to de esta nueva forma de música y baile.
El innovador o los innovadores se perdieron
sin dejar sus nombres. Surge de tal manera
como una forma anónima y novedosa de
música y danza, propicia para el entendi–
miento o el choque de los bailarines, para
la galantería
y
la galanura. Y su difusión
fué segura. Se extendió a todos los sectores
sociales del país y se la aceptó con agrado.
Hoy tiene, por así decirlo, carta de ciuda–
danía boliviana.
Tales los perfiles sobresalientes de la
provmc1a Murillo.
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