fuera de los proyectos que debe ejecutarse
a breve tiempo, en los servicios para La
Paz implantados en la provincia Murillo,
es de dólares americanos 6.000.000. Y su
producción total el año 1947 fué de 72 mi–
llones de kilowats.
El camino carretero trabajado por la
empresa que sirve el alumbrado público y
la energía eléctrica, atraviesa toda la pro–
vincia Murillo, y para terminarlo han sido
indispensables obras de ingeniería, puen–
tes, etc. Su costo es crecido. La ruta no
sólo beneficia a la empresa, sino a todas
las regiones por las que cruza; es un ca–
mino departamental de gran importancia
comercial e industrial.
PARTE HISTóRICA
ORIGEN HISTóRICO Y E.STADO PRECOLONIAL
El cantón Callana, para el estudio de las
·Organizaciones aymaras primitivas y su sen–
tido de permanencia en el tiempo, signifi–
ca un filón valioso e inestimable. Su or–
ganización encaja en la pervivencia del
ayllu preincaico, que la conquista quechua
no pudo modificar. En efecto, arranca de
los tiempos inmemoriales en que el hom–
bre dejó ·de ser nómada para transformar
su vida pastoril en vida agrícola. Fué el
momento en que nacía en el aymara' o neo
kolla -como llaman algunos estudiosos-, el
sentimiento territorial, su vínculo co.n la
tierra, su religión, sus ritos, su culto, su
superstición, su morfología social y políti–
ca, el culto de los muertos. Como entonces,
con algunas pequeñas variaciones, la tie–
rra es de propiedad colectiva, vigilada y
administrada por el
jilakata
y el
amautta;
la distribución de parcelas
-ayrwkas-
se
efectúa anualmente en una extensión sufi–
ciente para las necesidades de la familia;
las fiestas,
~omo
el trabajo, tienen sentido
masivo. La introducción del uso de la mo–
neda ha superado el primitivo trueque.
Trae el comunario sus productos a la cm-
dad y compra en ella lo que no puede fa–
bricar: azúcar, coca, alcohol, papel. Pero
su ropa, su casa, su alimento en sus ingre–
dientes fundamentales, es de su propia in–
dustria. Trata de necesitar lo menos posi–
ble de los blancos y los
mistis.
Y vive en–
cerrado en su ayllu-comunidad, con sus
propias leyes y sus autoridades, practican–
do sus costumbres, su medicina y, en fin,
su tradicional existencia, con el menor con–
tacto posible con la ciudad. Los jóvenes
cumplen el servicio militar, pero vuelven a
la comunidad con algunos conocimientos
que p["onto olvidan para retraerse en el
encierro, un poco primitivo, con poca pe–
netración civilizada, que es Collana. Pero
lo importante es que este núcleo indígena,
contrariamente a lo que suele suceder en
otros similares, menos· herméticos y miso–
neístas, casi no da lugar a que la justicia
intervenga en su encierro, una vez que los
delitos, sin duda castigados conforme a los
primitivos conceptos de sanción y culpa,.
no
tra.sciend.enhasta los tribunales judi- .
ciales.
Hay una actitud de orgullo, de dominio
y señorío en estos
i~dios,
de quienes cuen–
ta la tradición que, en épocas de los go–
biernos aymaras, significaban tribus domi–
nadoras. En una semejanza con la distri–
bución ·o configuración del cuerpo que te–
nían los hindúes, eran la cabeza, la excelen–
cia, la capacidad directora, cuyos consejos
debían acatarse y cuyas órdenes cumplirse.
Y se dice aún que en · la actualidad sigue .
formando ese conjunto
<;le
élite, reconocido
sin discusión por el resto de conglomerados
indígenas del altiplano boliviano. En nues–
tros días, ya no es indispensable incidir
en una explicación de los elementos que
constituyen el .
ayllu,
porque las ideas ex·
traordinariamente difundidas, han dado a
todos un concepto aproximado de su or–
ganización social, política y religiosa. De
ahí que tengamos que agregar algunos po–
cos detalles. Collana resguardada por sus
leyes y sus costumbres, es una comunidad
cerrada, acerca de cuya realidad casi na-
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