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HUAIRAPAMUSHCAS

-¡Carajo, conmigo se han puesto!

Iba a intervenir Gabriel cuando el comunero yatunyura, que

no había despegado hasta entonces los labios, se decidió

a

supli–

car:

-¡No ...

!

¡A· Ia pobre guarmi, no ...

!

.

Sin dejar de 11,ora;r, limpiándose los mocos y las lágrimas en

la tupushina, la longa Juana se acercó ai yatunyura,

y,

como si le

pidiese perdón inclinó la cabeza.

-¡Ah, carajo! Ya comprendo. Nos han estado haciendo

pendejos. Se han estado amañando en nuestras propias barbas

-opinó el mayordomo soltando el lazo con el cual tenía sujeto al

indio.

-¡Amañándose! -repitió como un eco el coro.

-¿Qué significa eso? -interrogó Gabriel.

-Los roscas, como son unos animales, tienen la mala costum-

bre de vivir amancebados ántes de casarse, antes de que taita cura

eche la santa bendición y el teniente ¡xylítico apunte en el libro...

Bien le notaba algo raro a

fa

longa .

HaciéndOIOOs cargar el ar–

pa. . .

¡Desde cuando también será!

-Bueno, ¿y ahora qué hacemos?

·

.

I

-Ahora nada pes, patrón. Hay que ver si su merced quiere

dar a la longa en matrimonio al yatunyura.

Gabriel, presa de un alivio enervante, ocultando rubores

ino–

portunos, murmuró:

-¡Sí! ¡Claro ... ! '¡Desde luego ...

!

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