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ENRIQUE LOP'EZ 1\LBUJl\R

tando y cuya inquietud a·J.mentaba a medi–

da que transcurría el tiempo, dijo, mientras

descansaba a la sombra de un peñasco:

-Creo que el cholo ha tirado largo, o

estará metido en alguna e.neva, de donde i;ó–

lo saldrá de noche .

-El mostrenco e

por aquí,

taita.

En

esta q uebracla se refogian todos los ase-:ii nos

y ladrones que persigue la fuerza..

Cunee

Z.tfaille

estuvo aquí un año y se burló de todos

los gendarmes q ne lo persiguieron.

-Peor entonces. No vamos a encontrar

a Crispín ni en un mes.

-No será Rsí,

taita.

Los que persiguen

no saben buscar; pasan y pasan y el perse–

guido está viéndoleR pasar. Hay que tener

mucha paciencia. Aquí estamos en buen si–

tio y te juro que no pasará el día sin que pa–

rezca el mostrenco por la quebrada, o salga

de alguna cueva de las que ves al frente. El

hambre o la sed le harán salir. Esperemos

qUietos.

Y tuvo razóxi Tucto al decir que Crispín

no andaba lejos, pues a poco de callarse, del _

fondo de la quebrada surgió un hombre con

la carabina en la diestra,

mü~ando

a todas

partes recelosamente

y

tirando de un carne- _

ro, que se ohstinaba en no querer andar.

-Lo ves,

taita--dijo

levemente el viejo

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