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GUERRA

porque luégo habían de tratar de le matar; á todo lo cual el

Gobernador le respondió que las cabezas de ellos guardarian

la suya. Hernando Pizarro, vista la intencion del Marqués, no

habló más sobre aquello, é despidiéndose dél

y

de los caba–

lleros é vecinos del Cuzco, se partió para la ciudad de Los

Reyes, é de allí salió luégo

á

un navío, é por la vía de la

Nueva España se fué

á

Castilla.

É

con esto no tenemos qué

decir de Hernando Pizarro más que dicen que, ántes que se

partiese, Gonzalo Pizarro le dijo que para qué iba á España,

que mejor sería aguardar lo que viniese con las lanzas en las

manos, y que Hernando Pizarro le respondió airadamente di–

ciendo que era mancebo

é

no conocía al Rey. Y cierto es que

el tiempo que Hernando Pizarro estuvo en el reino trató bien

á

los señores naturales é se mostró celoso dei servicio del Rey,

y así es público entre todos los antiguos de acá. Llegado que

fué

á

España se presentó ante los del Consejo Real de Indias

de S.

1\f.,

y

estuvo preso muchos años en la Mota de Medina

del Campo;

y

en este año de cuarenta é nueve no sabemos lo

que de él se ha determinado.

Pues volviendo al Gobernador D. Francisco Pizarro, to–

mando su acuerdo determinó de salir del Cuzco é irá la pro–

vincia del Collao, é visitar aquellas regiones é desagraviará

los que hobiesen recibido alguna vejacion; é luégo salió de la

ciudad dejando por su teniente é justicia mayor de ella al li–

cenciado de La Gama: con él fueron acompañándole algunos

caballeros é sus criados. Y yendo caminando se apartaba

á

visitar los pueblos de los indios,

y

en ellos le hacian grandes

servicios;

é

allegando

á

un pueblo que ha por nombre Chu–

quito, le dieron una carta firmada de Hernando Bachicao, ve–

cino del Cuzco,

y

en ella decía que mirase por su persona,

pot·que los de Chile le habían de matar,

y

así se publicaba en

la ciudad: mas el Marqués bízo burla de ella é no paró en los

dichos de Bachicao.

É

andando por aquellas provincias allegó

á

Chuquíabo, adonde acordó de se parar

y

estar allí dos me–

ses, en el cual tiempo tovieron términos los vecinos de la villa

de Plata de le venir á ver

é

hablar,

é

á

le pedir algunas cosas