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t:imbien iguales hostilidades en la guerra contra Egina, de don–
de se orig'inaron tantas otras.
LX. Algo mas de lo regular me voy dilatando al hablar de los
Samios, por parecerme que son
ú
ello acreedores, atendida la mag–
nificencia de tres monumentos, á los cuales
Dú
iguala ningun OtCO
de los Griegos.
~or•Jas
entrañas de un monte que tiene 150 orgías
de altura abrieron una mina ó camino subterráneo, al cual hicieron
dos bocas ó entradas. Empe1iaron la obra por la parte inferior det
monte,
y
el camino cubierto que allí abrieron tiene de largq siete
e~tadios,
ocho pies de alto, y otros tantos de ancho, A lo largo de
la mina, escavaron despues un conducto de 28 codos de profundi–
dad y de 5 pies de anchura, por dentro de
la
cual corre acanala:.
da en sus arcaduces el agua, que tomada desde una gran fuente,
lleg·a hasta la misma ciudad. El arquitecto de este foso subterrá–
neo, que sirviera de acueducto, fue Eupalino el Megarense, hijo de
Naustrafo. Este es uno de los tres monumentos de Samos; el otro·
es su muelle terraplen levantado dentro del mf}r, que tendrá 20 or–
gías de alto y mas de dos estadios de largo. El tercero es un magni–
fico te.mplo, el m< yor realmente de cuantos he alcanzado á ver has–
ta ahora, cuyo pTimer arquitecto fue Reco, natural de Samos é
hijo de Fi'les,(1). En atencion á estos monumentos me he estendido
en referir los hechos de los Samios.
LXI.
Pero será ya tiempo que volvamos á Cambises, hijo de
Ciro, contra quien, mientras holgaba despacio en Egipto haciendo
atentados y locuras, se levantaron con el mando del imperio dos
hermanos Mngos,'
á
uno de los cuales llamado Patizites babia de–
jado el rey en su ausencia por mayordomo ó gobernador de su pa–
focio. Movió al Mago á sublevarse la cierta noticia que tenia de la
muerte del príncipe Esmerdis, la que se procuraba mantene1· tan
oculta
y
secreta que siendo pocos los sabedores de ella, creian los
Persas generalmente que el príncipe vivía y gozaba de salud:
{1) Aun quedan ruinas de este célebre templo dedicado
~Juno,
del muelle
que atestigua que los Samios fueron los primeros negociantes por mar enlre IOs
Griegos, y de la mina descrita por el autor que se encuentra enlre los restos de
la ciudad y el monte Metelino, con dos bocas, de las que una corresponde al
camino cubierto, y otra al acuednclo scavado al lado con mayor profundidad,
al cual se podia bajar desde
Ja
mina para conservarle en buen estado.