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VIII

IN'fRODUCCION.

no bastaron á evitar las condenaciones del Pontífice, ni

lat~

muchas

juntas que con ese objeto se celebraron.

La disidencia tomaba cada día mas colos:tles proporciones;

adoptadas sus doctrinas por-la mayorín de los alemanes, se ftcep–

taron muy en breve en Inglaterra, por la negativa. del Papa á de–

clarar la nulidad que de su matrimonio con On.talimt, viuda del

príncipe Arturo, solicit6 Enrique VIII, que por muerte de su

hermano habia sucedido en el trono

á

su padre Enrique VII.

España y Francia se veian amenazadas ele una

i

nvasion pro–

testante sin que pudieran impedirlo sus soberanos; porque Cárlos

V, rey ent6nces de España, se ocupaba en contener las pret'encio–

nes de Francisco I de Francia

á

la corona de Alemania, cuya pose–

sion correspondía á Cárlos por fallecimiento de su abuelo el empe–

rador Maximiliano.

· Francisco I penetr6 en EspañH apoderándose de algunas de

sus principales posesiones militares, inclusive el castillo de Plam–

plona que el Virey Don Antonio Manrique tenia encomendado al

Capitan Ignacio de Loyola, quiefl, batiéndose her6icamente, logr6

rechazar los primeros asaltos del enemigo; pero heri<1o de gra–

vedad el Oapitan, é imposibilitados para continuar dirigiendo la

defensa del castillo, se rindieron sus compañeros.

- Ignacio fué tratado por los vence·dores con las consideraciones

que merecía su distinguido comportamiento, y se le condujo á su

casa de Loyola, en donde, durante su larga y penosa enfermedad,

resolvi6 dedic:-trse, en adelante, únic:-tmente

á

combatir en servicio

de la Iglesia.

Concluidos los estudidos que juzg6 ser necesarios para pop-er

en práctica su resolucion, uniéndose con Fabro, que había sido su

maestro, con Francisco Javier, Diego Laynez, Alfonso Salmeron,

Nicolas Alfonso Bobadilla, Simon Rodríguez, Claudio J ayo, Simon

Coduri y Pascual Brohet, acordarun fundar

un~t

Compania que tra–

bajara en la conversion de los iufieles, en la, educacion cristiana de

los niños, en la reduccion de

lo ~

que se habían ::;eparado de la an_

toridad del Pont'fice, que con gran pesar veian clecner y

á

la que

ofrecían obediencia y sujecion completas,

y

en contener

lo~

adelan–

tos del protestantismo.

Ordenados de presbíteros San Ignacio

y

aquellos de sus com–

pañeros que no lo eran, dieron principio

á

sus trabajos, que produ-