EXHORTACION
Sin embarg
debernos temer, q
nues ras enormes ul as irr·ten
rn
1
y
m· slac'eradeunDios,á uie
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mo
i · o Grande es nuestro p cado
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nosot os
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Sacerdotes
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t
ira ven
0
a
ra,
y
puestos entre el vestí
bulo,
y
el Alear clan1ar incesantemente:
perdona , Señor , perdona
á
este pu blo
rnisd able,
á
quien has redimido con tu
sangre
preciosísima~
SemeJantes
á
cierto
fervoroso anciano , debemos rodear de
dia
y
noche los destrozados muros de es–
ta
J
erusalen santa , regando con nuestras
lágrimas los tristes vestigios de quien era
la ciudad de la perfetl:a hermosura ,
y
el
gozo de toda la tierra. La mayor lástima
es, que la iniquidad haya penetr do
ta lo interior del Santuario, disloca
o
sus piedras,
y
derramándolas por la ca..
lles y las plazas,
cubiert~s
de igno
i
i· ,