PROLOGO.
Llamado, sin mérito
á
representar al Ilustrísimo
Señor Ai·zobispo de Lima en el ecuménico Concilio
Vaticano, creí ser de mi deber contribuir
á
la gran–
diosa obra de rectificacion de ideas
y
reforma de cos–
tumbres, colosal objeto de la Asamblea IUagna, con
llevar una ráfaga que añadir al inmenso foco de luz
ilustradora, que iba á reunirse en la ciudad eterna.
Con mi obrita
Orácula Pontificict,
rápidamente escrita
y
dedicada
á
Su Santidad
y
á
los Padres del Con–
cilio, me propuse dos objetos: presentar el dogma de
la Infalibilidad del Romano
Pantífi.ceen sus defini–
ciones
ex
ccdlieclra
sobre las verdades de fé
y
moral
cristiana, como digno de una san.cion solemne por
parte de la augusta Asamblea de la Iglesia cató–
lica;
y
vindicar los fallos que el supremo Doctor de
esa fé
y
moral había publicado en la Encíclica
Qitantrt
cura
y
en el
S/jllctbus,
de los injustos ata.que,s que la
impiedad
y
la herejía clirjjieran contra ellos. La so–
lemne sancion que á estas horas ha
realiza.doel Con–
cilio Vaticano, me proporciona la lisonjera satis–
faccion de ver cumplido el primor objeto de mi obra.