- 241 -
mayores esfuerzos se habian estrellado ante la
ciega decision de este pueblo publo por sus anti–
guas creencias. La gloria de esta conversion
pertenece á los jesuitas, principalmente
á
San
Francisco Javier, el apóstol de las Indias. Lleno
de confianza en Dios, de un ardiente celo por la
salvacion de los hombres
y
de una constancia
y
vnlor heróicos se dirigió á la India
y
se es··
tableció en Goa que hizo el centro de su mísion
apostólica ; cQn grandes esfuerzos
y
perseve–
rancia
log.róreunir un crecido número de pro–
sélitos que imitaron el ejemplo de su maestro
dedicándose
á
la predicacion,
y
de este modo
en pocos años la nueva Iglesia se encontró en
un estado floreciente.
El
infatígable apóstol
emprendíó entónces la con'Version del Japon
á
donde se trasladó ;
y
á pesar de la oposicion
del pueblo, de los grandes y de los bonzos
bautizó miles de infieles, construyó templos
y
en el espacio de dos años vió prosperar rá–
pidamente su obra santa. Pero el ardiente celo
de San Francisco Javier no estaba satisfecho ;
exitado su valor por los muchos obstáculos que
se presentaban para la
conversi~n
de la China,
cuya entrada estaba prohibida á tos extranjeros
se dirigía al Continente cuando murió en medio
de sus triunfos exclamando : Porque he puesto
en vos, Señor, mi confianza
no
seré confundido
(1552).
Su obra no terminó con él : los Jesuitas
Franciscanos
y
otros Misioneros continuearpn
sus trabajos
y
el Catolicismo continuó propa–
gandose en la India
y
el Japon. Al mismo
tiempo tres jesuitas, entre ellos el padre
Ricci
i6 .