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_NOVIEMBRE. DIA XXV.

383

que se

dignase p·oner

fin ;} aquel

desórden, rindiendo

al

verdad~ro D~os.

el

supremo

c~llto

de ad'oracion que se Je

debe, smo quena exponerse, a que cansado de tolerar tan–

to sacrilegio , le hiciese al fin conocer gue erá el soberano

dueño del

universo,

quitándole con

el

imperio la vida. No es

fácil explicar lo sorprehendido que quedó el emperador

a

vista de aquel no esperado discurso; pero por no dar a en–

tender que le había lie·cho fuerza, solamente la respondió,

que no interrumpiria e1 sacrificio ·por sus representaciones,

y

que en acabándole la oiria

a

su satisfacciQn. Luego que

el emperador volvió

a

palacio, mañdó llamar

a

Catalina,

y

la preguntó quién era,

y

quién la

babia dado licel)cia

para hablarle con tanta libertad en un concurso tan

públi–

co , tan magestuoso

y

tan respetablie:

Quién

J'oy yo

,

le res–

pondió Ja Santa,

es bien sabido en toda la ci'-udad de Ale'–

xandría: llárnome Catalina

,y

rni casa es de las mds ilustres

del país. Me he 'dedicado toda la vida al conocimiento de

Ja

verdad: quanto mas estudiaba, casi mas iba desct1briendo

la vanidad de los ídolos que adoras. Mi

glm·iay

mis rique–

zas consisten en ser cbristiana

y

esposa de Jcsu-Christ0>.

Todo .mi deseo es, que

y

.tu imperio le conozcd, renztn.._

ciando las szt!Jersticiones en que os ha.beis criado

:

esto

me

dió aliento para presentarme en

el

templo

,

sin otro fin que

el de hacerte una representacion tan humilde, como impor–

tante

y

veráade'ra.

No

considerándose el emperador con

suficiente caudal para contestar

a

la doncella filósofa, man–

dó convocar cincuentg filósofos

de

1os'mas µombrados,

con

órden de que se hospedasen en palacio, ,donde se ies tra–

con la mayor

honra ,

como

que

eran los maestros

del

mundo. Aún no habían llegado los diputados del empera–

dor adonde se hallaba la Santa para

conducirla

al

leátro

de la disputa, quando se la apareció un ángel,

y

Ja dixo

que no temiese; asegurándola-, que el Señor la comunica–

ria tanta abundancia de luz ' que convertiría

a

los cincuen–

ta filósofos, con otros muchos de los circunstantes ..

badén:.

dolos conocer

a

Jesu-Christo,

y

por fin de su glorioso triua·

fo recibiria }a palma del ·manirio. Dicho esto , desapa...:

, reció el ángel,

y

ella entró en el salon de palacio con ma–

gestuoso despejo; pero con tan grave modestia

y

com~P,'ós.i.

tura, que poniendo en ella Jos ojos una inmensa

muldtud

de personas , ella no levantó los suyos para mirar

a

nin-

gu-

\