_NOVIEMBRE. DIA XXV.
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que se
dignase p·oner
fin ;} aquel
desórden, rindiendo
al
verdad~ro D~os.
el
supremo
c~llto
de ad'oracion que se Je
debe, smo quena exponerse, a que cansado de tolerar tan–
to sacrilegio , le hiciese al fin conocer gue erá el soberano
dueño del
universo,
quitándole con
el
imperio la vida. No es
fácil explicar lo sorprehendido que quedó el emperador
a
vista de aquel no esperado discurso; pero por no dar a en–
tender que le había lie·cho fuerza, solamente la respondió,
que no interrumpiria e1 sacrificio ·por sus representaciones,
y
que en acabándole la oiria
a
su satisfacciQn. Luego que
el emperador volvió
a
palacio, mañdó llamar
a
Catalina,
y
la preguntó quién era,
y
quién la
babia dado licel)cia
para hablarle con tanta libertad en un concurso tan
públi–
co , tan magestuoso
y
tan respetablie:
Quién
J'oy yo
,
le res–
pondió Ja Santa,
es bien sabido en toda la ci'-udad de Ale'–
xandría: llárnome Catalina
,y
rni casa es de las mds ilustres
del país. Me he 'dedicado toda la vida al conocimiento de
Ja
verdad: quanto mas estudiaba, casi mas iba desct1briendo
la vanidad de los ídolos que adoras. Mi
glm·iay
mis rique–
zas consisten en ser cbristiana
y
esposa de Jcsu-Christ0>.
Todo .mi deseo es, que
tú
y
.tu imperio le conozcd, renztn.._
ciando las szt!Jersticiones en que os ha.beis criado
:
esto
me
dió aliento para presentarme en
el
templo
,
sin otro fin que
el de hacerte una representacion tan humilde, como impor–
tante
y
veráade'ra.
No
considerándose el emperador con
suficiente caudal para contestar
a
la doncella filósofa, man–
dó convocar cincuentg filósofos
de
1os'mas µombrados,
con
órden de que se hospedasen en palacio, ,donde se ies tra–
tó
con la mayor
honra ,
como
que
eran los maestros
del
mundo. Aún no habían llegado los diputados del empera–
dor adonde se hallaba la Santa para
conducirla
al
leátro
de la disputa, quando se la apareció un ángel,
y
Ja dixo
que no temiese; asegurándola-, que el Señor la comunica–
ria tanta abundancia de luz ' que convertiría
a
los cincuen–
ta filósofos, con otros muchos de los circunstantes ..
badén:.
dolos conocer
a
Jesu-Christo,
y
por fin de su glorioso triua·
fo recibiria }a palma del ·manirio. Dicho esto , desapa...:
, reció el ángel,
y
ella entró en el salon de palacio con ma–
gestuoso despejo; pero con tan grave modestia
y
com~P,'ós.i.
tura, que poniendo en ella Jos ojos una inmensa
muldtud
de personas , ella no levantó los suyos para mirar
a
nin-
gu-
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