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20'2

AÑO CHRISTIANO.

bido

a

un número prodigioso , contandose mas de mil

Vírgenes sagradas , sujetas al magisterio

y

obediencia

de

Santa Florent ina , aunque en diferentes Monasterios. San

Fulgend o los miraba como depósitos de la santidad

y

de

la inocencia,

y

venturo as mansiones , en donde el E spo–

so

Celestial goza completamente

3US

inefables delicias.

Visitábalos el Santo , exhortando con

sus

fervorosos con–

sejos

e

instrucciones

a

la perseverancia'

y

al espiritual

a provechamiento en todas las virtudes. Como a un mismo

tiempo se hallaba el Santo Obispo de Ezija,

y

su he rma–

na Abadesa en la misma Ciudad, concurrían la obliga–

cion Pastoral

y

el natural afecto de hermano .a hacer mas

vivos sus regulares esfuerzos por la observancia , refor–

macion

y

aumentos espirituales de todos los Monasterios.

Jamás se vieron mas florecientes aquellos vergeles de

Jesu-Christo, ni mas , fecundos en virtudes : jamás habia

respirado la virginidad mas copiosamente el suave olor

que enamora

a

los ·Cielos,

y

hace

a

los hombres igualarse

con los Angeles.

La pureza virginal ·se simboliza en una delicada

y

be–

lla rosa, .que en tanto dura su hermosura, en q_uanto la

ce rcan

y

defienden las espinas,

y

en quanto no se permite

to .ar de mano grosera

y

villana. Toda la naturaleza con–

·curre para herm0searla

y

hacerla reyna de las flores : la

tierra la suministra los jugos mas aromáticos, el cielo los

C·)lores

mas

vivos

y deliciosos,

y

aun el mismo encogi–

m iento que manifiestan

sus

hojas al salpicarlas la Aurora

·Con

su roG: ío, aumenta su precio

y

su valor. Todos los

demás estados de la Iglesia los reputaba Fulgencio como

cercados de árboles fructíferos, capaces de defender e por

sí de

los.

ímpetus de qualquier uracan , sin embargo de

ser dignos de la mas vigilante custodia ; pero los Monas–

terios de Vírgenes llevaban su atencion como sagrarios

dignos de guardarse con .el decoro

y

reverencia que si

fuesen Sacramentos instituidos por Jesu-Christo , como

escribía San Ignacio

a

su sucesor en la Silla de Antioquía.

A proporcion de estas ideas , era su esmero , su cuidado,

su v igilancia, las ·máximas que 1as sugería, y la provi–

sion de. Ministros que velasen en su educacion. en su con–

suelQ.

y

en su custodia. Asi se vieron florecer

y

aumen–

tarse diariamente aquellos depósitos de santidad con gran-

des