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EL
HOMBRE
dad. 'Cuyo axioi-na, plausible
soIá~
ll1ente ,
COlUO
lo
suelen ser las agú–
dezas,
y
novedades, descubre, bien
exatninado
,su
falsedad en la 'pra¿li–
Ca :
en
que hallarélnos, que no
pu~
diendo haver arte bastante
á
encu–
brir largo tiempo los interiores en
el
trato de la vida, principahnente
eli
las personas
de
16s Principes,
y
otras considerables por su nacirnien–
to ',
ó
dignidades; el arte
de
querer
hucer pasar por virtudes los vicios,
queda descubierto
á
lnuy pocos lan–
ces; y el que Je
ha
exercitado ,
pen~
sando con
él '
consegúir
nlejor
sus
fines, las Historias,
y
la
práética del
ll1undo nos ' enseñan,
á
que en vez
de
esto,
á
ellos·,
y
á
sí le han acar–
loeado
la
perdicion.
Con
que veré-
111OS ,
que
quando este ar're fuese
lici
to
(C01110
no
lo
es) debia des..
aprobarse,
y
aborrecerse
por
daño–
so :
vinicndose junta111cnte
á
los
oJos