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otario deeste S.

to

Oficio, y lotenga preso, yal dicho buen recaudo,

y

no le

deé suelto, nienfiado, sin nuestra licenzia y mandato. Yhareis que el dho

Dn

Franco Moyen dexe en Sus Vienes el recaudo que conviene para la buena.

conservazion, yguarda deellos, encargandolos alapersona. que el quisiere, y

porbien tubiere por inventario quese hara por Ante el

N

otario deeste santo

oficio paraque deellos sepueda alimentar.

Y

si para executar y cumplir lo

contenido eneste nuestro mandamiento, tubieredes necesidad defavor, yaiuda,

exortamos, y rrequerimos, y si es necesario, en virtud desanta óvediencia, y

so pena de excomunion mayor

late sententie, trina, canonica monitioni, pre–

misa,

y

demillpesos ensayados para los Gastos extraordinarios deel Santo

Off.

o, mandamos, atodos, y qualesquiera Juezes, y Justizias asi eclesiasticas,

como seglares deesta Villa oqualesquiera lugares delos Reynos y señoríos de

Su Magestad, quesi'endo por voz requeridos osden, y hagan dartodo el favor

yaiuda que les pidieredes,

y

hubieredes menester y los hombres de Guarda

y Bestias para llebar al susodicho, y su cama y ropa, las prisiones y los

mantenimientos dequetuvieredea nezesidad alos precios corrientes que valie–

ren sin losmasencarezer. Fecho en la Villa Imperial de Potosi en.catorze del

mes de Mayo del año demill siete cientos quarenta y nueve.

J

OSEPH DE LIZARAZU BEAUMONT Y

N

AVARR.A..

Por mandado del Santo Oficio.

MA,NUEL ANTONIO GALVETE

y

VAREL.A..

(FaMiliar

i

notario del Santo Oficio.)

IV.

Entre tanto, y mientras el alguacil del Santo Oficio salia en busca de

Mo~

yen, llevando el terrible mandamiento escondido bajo los pliegues de su capa,

el

incauto forastero pasaba alegre la vida entre sus dibujos y sus duelos, sus

estudios teolójicos y sus amores. (1)

Rabiase hospedado el turbulento y laborioso frances en la coronada villa•

a virtud talvez de sus relaciones con el conde de las Torres, en cuyo segui–

miento iba,

ba.jo

el honroso techo del coronel don Antonio Rodríguez de

Guzman, segun reza el mandamiento de prision que acabamos de citar, y allí,

fuera de sus ratos de pasatiempoy de vanaiidad, aquel hombre de injénio vivo

y

fecundo, vivia entregado a estudios tan variados como sérios.

En lo que Moyen se ostentaba a la verdad mas jenuinamente francas,

(1) Sobre este último punto,

precis~

es confesar que Moyen se manifestaba consecuen–

te

con sus teorias del

sesto manda1niento,

que ya hemos citado, y no sin cierta groseria

digna de censura, porque frecuentaba el trato de una mujer de mala vida llamada

la

Pil<ttos,

en cuya habitacion habia tenido una riiia que terminó por un duelo. No sabemos,

~in

embargo, si éste se llevara a cabo; pues del proceso solo consta que el nombre de •a

'\dversario era Salcedo.