HUAIRAPAMUSHCAS
-Nada . .. No me atrevo a decide.
-Hay que preparar el terreno
~entenci6
la mayor de las
Cumba.
A
lo que todas, incluso ·Safomé, afirmaron con sincera re–
solución:
-¡Sí, hay que preparar!
Desde entonces las hermanas Cumba fueron convenciendo al
"señor Gabrielito", de los méritos, de
la
honradez, y de las mil
cua'lidades que adornaban
a
Isidro . Hasta que un día, cuando
más crudo era el invierno y las tempestades y crecientes amena–
zaban deshacer a la tierra, mujeres
y
mayordomo invitaron a·l pa–
trón a
un ají
de
cuy
y a una chich a de jora en la casa del mayor–
domo.
Cuando llegaron, agasajado
y
anfitrión, en medio de un tem–
poral que oalaba los huesos, la casa, arreglada como nunca estu–
vo, olía apetitosame..11te a guiso de charqui, a fritada,
a:
humo de
leña tierna .
-Toro-en pes una copita para que no les haga mal las aguas
-invitó Salomé apareciendo por uno de -los cuartos con botella
en mano, mientras los hombres se sacudían el barro
y
la lluvia
en el corredor- ¡Tomen .. " Tomen ...
!
--Oracias, lindurita -galanteó Gabriel.
-¿Qué es, pes? Ni soy también así -respondió Salomé con
humildad donde conspiraba una oferta huidiza y escrutadora.
Después del ají de cuy, de la chicha de jora, del puro de tie–
rra arriba, de las correspondientes alabanzas al arte culinario de
las Cumba, del "manos angelorum" por parte de la gratitud del
señor de la capital, del "bien guarmis les ha hecho Taita Dios"
de parte
de
Isidro, y cuando la digestión adormeció el egoísmo y
el alcohol exaltó
la
generosidad amorosa -el terreno estaba pre–
parado, según el decir de mama Mariquita-, Salomé, en un apar-
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