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o
R
G
E
I
e
A
z
A
-
jAve María!
¡Ave María!
-¡Juanaaaa .. .
!
-¿Qué . . . Qué . . . ?
¡Mama señora ... ! ¡Perdón bonitica .. .
Perdón shunguitica . ..
!
-e::icclamó
la
muchacha en un despertar
sobresaltado arrodillándose y poniendo las manos en actitud de
súplica, bajo el peso grotesco de una somnolenda que si.ni duda
alguna materializaba los fant asmas
d~
la pesadilla en la actitud
imprevista de
la
vieja .
-Avísame dónde te cayó el mal.
-¿Qué?
-¿Dónde?
-¡No . .. No ...
!
-¡Has de decir no
más,
bruta!
-¡Ay ... Ay ... Ay . .. !
-¿Dónde . .. Dónde?
-¡A_quí roamitica ... Aquí bonitica . . .
!
-repitió
Ja
posesa
explosionandO en lágrimas y agarrándose con las dos manos el
vientre.
Horriblemenfo demudada, con fos ojos desorbitados en cer–
co enrojecido y legañoso, la cocinera ordenó mirando hacia la
puerta:
-¡Silencio .. .
!
¡Silencio . . .!
-,Sí. ..
Sí. . .
-Carishina . . . Carishina .. .
-¡No!
¡No, mama señora . . .!
-Cosa del taita diablo.
¡Cosa del taita diablo!
-¡No!
¡No, mama señora!
-Espérate. Te voy a ver con la cruz de
!la
ceniza .
-¡No ... No ... !
Arrastránddla hasta cerca del fogón, a pleno amor de la lum-
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