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J

o

R

G

E

I

e

A

z

A

flagelado, jajajay. . . En el vientre, en el pecho, en las nalgas,

en

lo delicado de los ojos

y

del sexo, incrustándose pencas, guija–

rros, ramas, para quedar sobre la carne putrefacta y

coa~ada

como almácigo

de

estacas florecidas, jajajay. . .

La

cara rígida,

donde los rasgos de furia

y

autoridad se han descompuesto a

fuerza

de arañazos que manan

sangre,

jajajay. . . Sa·ngre enne–

grecida

por la

tierra, en lecho

verdoso

de llagas como

cara

de

Taita

Dios

en la

cruz, jajajay ... "

Antes de dar la vuelta

al

primer ceno y meterse en los pare–

dones de las peñas infranqueables, la cabalgata -huasicamas,

cholos vaqueros, el flamante mayordomo, Isidro

y

el patrón Ga–

brielito- tomó aliento

y

el segundo mañanazo en un "balcón" de

la

ladera hacia el valle .

-:iAchachay ...

!

-Bueno está el aguardiente.

-Se

ve clarito el bosque.

-Los chaquiñanes.

-El

río.

-Mi casa también se

ve

metida en el chapan·al. ·

-Y

la

mía.

·

-¡Achachay ...

!

-Bueno .. . . Sigamos -ordenó

Gab11l~l-

Usted'

Isidro

pón-

gase

adelante .

-¿Cómo pes? ¿Acaso tengo derecho? Otros son los llama–

dos. Uno ya no es nadie... ¡Un ashco manavali ...

!

-¡Carajo, esto

más!

¡He dicho que se ponga adelante! ¡Con–

migo no puede hacerse el pendejo! ¡Ya sabe por qué! -gritó Ga–

briel dejándqse arrebatar por la indignación y sintiendo en lo vivo

la desobediencia.

En esa amenaza trunca el ex-mayordomo olvid6 sus malos

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