H U A I R A P A M U S H C A S
defendíanse con largos aciales de miembro de toro. Los del valle
armados de anillos de punt as como manoplas. Los
.Yatunyuras
blandíendo gruesas ramas del árbol tutelar.
Los
huasipungueros
de los latifundios acometiendo en tumulto desordenad-O.
Espec–
táculo interminable, sin victoria, fastid'ioso para la impaciencia del
cholerío que esperaba colocar muy cerca de
la
Vir gen a sus en–
fermos.
Con saña de gente que quiere hacer valer
su
machismo
un
poco puesto en duda -quizás BlilgustiJa. de propia estimaci6n-,
cholos mayordomos, cholos administradores, cholos
negociantes,
cholos artesanos, cholos sacristanes,
a
caballo y
armados
de
guas–
ca y garrote, despejaron
la
plaza
y
tomaron sitio a dentelladas,
arrastrando con pericia a los runas·que
a
duras penas
habían logra–
do mantener su humanidad erguida .
-¡Indios, car ajos!
-¡Fuera de
aquí!
- ¡
Arrástrenles!
-¡Macháquenlesl
-¡Fuera .. . Fuera!
-¡Como gallos ciegos ·están de tanto darse duro!
-¡Indios no más son, carajo!
-¡Carajooo . . .
!
Torcuato Rodríguez, como todos los años, aquel, jugó a
la lotería del milagro con su "pobre postrada". Cuando
la
t uvo frente al altar-tribuna de la Virgen,
y
observó que los
hijos
rodeaban a la enferma con cuidados
y
recomendaciones, se secó
con las manos el sudor de la frente,
y
con emoción anudada en
la
garganta miró el rostro inmutable de
la
"Milagrosa". Luego, vol–
vién dose violentamente hacia la mujer le advirtió en desentono
casi cómico:
135