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verenciaban a , sus mayores cu1npliéndose
1;t
alideración entre lo profano y lo sagrado.
En estas subterráneas galerías, en estos
oscuros
y
misteriosos te1nplos a inanera de hipo–
geos
y
mas tabas que se ejercía un culto n1ile–
nario por sacerdotes llenos de la magestad y del
prestigio sibilino de los n1inistros de religiones
esotérica. Aquí vive la r:1za una eternidad que
son1l0s incapaces de medir.
Un tremedal legendario.-En
el folk-lore
cuzqueño era constante
l~
versión de que "la
Plaza de Armas y la Catedral estaban sobre una
laguna'' .
Absurda leyenda desechada por las gentes
r·azonables. In antil cl'eencia del vulgo. ¡Sin
en1bargo era vertlad
!
Cieza de León, Juan de
Betanzos, dus de los historiadores
má~
antiguos
y fidedig1u s consignan_ el hecho de que antes
de la econstrucción del Cuzco por el Inka Yu–
panki, existía una ciénaga, un tre1n edal, una
laguna, en el espacio que hoy ocupan las Pla–
zas de Ar1nas y el Cabildo que ese gran monar-:
ca cegó, haciendo uso de grandes troncos de
árboles y m:acizos tablones de piedra.
".Podavía
en tiempos inkaicos, en K'asana, hubo el pe–
queño lago de Tej sekocha. (Calle actual).
Habitantes primitivos.-La
.conocida le–
yenda mítica de _los Ayar, fundadores del im–
perio inkaico, sólo menciona como regnícolas
,
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