r ente del hombre, van destruyéndola, poco a
poco.
Pintura,
No quedan sino los cuadros que decoran
·los inuros. Entre éstos, sobresalen:
· Dos lienzos que se hallan a cada lado del
coro bajo, ·a1 franquear la entrada. Aúnan,
a
su
importancia como obras de arte, la de ser do–
cnn1entales o históricos. Se refieren al n1atri–
monio del capitán Martín García Ordoñez de Lo-t
yola, sobrino de San Ignacio, fundador de los
J
esuítas , con doña Beatriz
K'oya,
hija del
inca
Salrl Túpak',
y
al de don Juan Henríquez de
Borja, grande de España, con una descendien–
te de aquéllo .
a
rá que leer las leyendas
que
hay en cada ienzo para comprender mejor lo
que representan las respectivas pinturas.
En
e
lienzo de a izquierda, están, además,
Jos retratos de los últimos incas del señorío de
Vllcabamba,
último
refugio
del infortunado
monarca Manco II
y
de sus descendientes. Esos
retratos son de
Salrl Túpak'
y
de Felipe
Túpak'
Amaru.
Los indumentos son típicos y caracte-.
rístico"s de la época, así de los incas aludidos
coJJ1.o de la Ñusta Beatriz.
Dos copias de Rubens, referentes
a la vi–
da de San Ignacio, que se encuentran
en
la bó–
veda del crucero.
Sobre
la puerta que
comunica
este
tem-
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