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'Ventura, Garctlt Calderón,
,.......tJ
n momento, señora.. ...
Y la señ.ora Linares, todajoyas
y
sedas,
llena de inquietud
y
curiosidad, se quedó in•
móvil. Yo, con todo el respeto que la mujer
ajena me inspira, pero,
al
mismo
tiempo, -con
la audacia que siento ante cualquier mujer
hermosa, estiré resueltamente la .mano
y
co–
gí
de la celeste
y
vHporosa
te1a
que cubría
la
casta morbider: de una espalda marmórea,
un insecto rubio
y
diminuto, que perezo!;a–
mente tomaba el aire
o el
sol,
sin
preocupar–
se del peligro
de
una mirada indiscreta. Lo
arroj-é al suelo, le pasé por encima varias
veces el pie, a manera
de
plancha que lus–
tra una pechera,
y
me sacudí
las
manos con
i·epugnancia
tardía.
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