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ENRIQUE LOI"EZ l\LBUJJ\R

tenida como un signo de orgullo, que rlebia

ser abatido, so pena de ser sacrificada la don–

cella a la cólera de los dioses.

y

la ley de

e

lm1

pilleas

prescribía que los varones debían

contraer nrntrimonio a los veinte años

y

las

mujeres a los dieciocho.

Pilleo-Rumí

no es–

taba conforme con la ley.

Pilleo-Rumí

sintió

rebeldías contl a ella y comenzó a 0diarla y

a pensar

€1Ó

la manera de eludirla. Se–

gún él,

Corí-Huayta

'3staba pnr encima de

la ley. La ley no se había puesto en el caso

de que un padre que tuviera una

oreoma

habría necesariamente de casarla. Cuando

se tiene varias hijas, bien puede cederse to–

das, menos la ebgida por el padre para el

cuidado de su vejez. Y cuando se tiene una

como

Cori-Hnayr.a.,

pe nsaba

Pilleo-Rumí,

to–

dos los hombres sumados, no merecen la di–

cha de poseerla.

Y

Pillco-Rnrní,

que, además de padre

tierno, era hombre re::;uelto y .animo::;o, juró

ante su padre el Sol que

Corí-Huayta

no :se–

ría de los hombre:; sino de Pachacamac.

III

Y llegó el día en que

Pillco-Rurni

debía

de celebrar en la plaza pública el matrimo-

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