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.11.ntbal M aúrtua
Taita Rami11n,
como le llaman todos en
el pueblo al señor don Ramón Ortiz, español
de Andalucía
y
cura de Chupán, a mucha
honra, según decía él con un resabio de iro–
nía bastante perceptible, habíase
levanta.doaquel día más temprano que de costumbre.
No había dormido lJien, no porque el insom–
nio le hubiera removido en la noche el acer–
vo de todas aquellas buenas o malas cosas
que yacen en la conciencia de un pastor de
almas serranas, sino porque la avaricia,
aguij oneada por la impaciencia, le había es–
tado haciendo echar cálculos sobre no sé
qué clase de derechos parroquiales, que no
le salían del todo bien, es decir, a su gusto.
Lo q ne tenía que recibir esa mañana, en
fo rma de discos reluci8n tes y acordonados,
no le parecía bastan te. Por cada una de las
dos misas veinticinco soles y cincuenta cen-
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