CUENTOS f\N DlNOS
h erida. Sin embargo, aun pudo r eaccionar
y
abrirse _paso a puñadas
y
pnntapiés
y
llegar,
batiéndose en retirada, hasta u casa. P ero
lH turlJa, que lo seguía de cerca, pe netró tras
él e n el mamen to que el in feliz caía en los
brazos de su madre. Diez puñ a les se le hun–
dieron en el cuerpo,
-¡No le hagan as í,
taitas,
que el cora–
zón me duel e!-gritó la vieja Nastasia, mien–
tras, salpicado el rostro de sangre, caía de
bruces, arras trada por el desmadejado cuer–
po de su h ijo
y
por el choqLLe d e l a feroz aco–
metida. Entonces desarroll óse una escena
horripilante, canibalesca. Los cuc illof1, can–
sados de punzar, comenzaron a tajar, a par–
tir, a descuartiza1·. Mientras una mFtno arran–
caba el corazón
y
otra los ojos, ésta cortaba
la lengua
y
aqnélla vaci aba el vi entre de la
víctima. Y todo es to acompañado de gritos,
risotadas, insultos e imprecacion es, coreados
por los feroces ladridos de los perros, que, a
través d e las lJiernas de los asesinos, daban
grandes tarascadas al cadáver
y
sumergían
ansiosamente los puntü-1gudos hocicos en el
charco sangriento.
-¡A arrastrarlo!-gritó una voz.
iA arrastrarlo!-respondieron cien más.
-- ¡A .Ja quebrada con él!
--¡A la quebrada!
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