AL LECTOR
¿Quién al contemplar la belleza y
san~
~ti
dad de la 1nmaculada Madre de Dios
no ·se siente arrobado y no le tributa los
homenajes de su admiración.. amor y
;gratitud filial?.
¿Quién al aspirar el suavísimo y
vivi~
ficante ambiente del Monte Carmelo no
.siente renacer en su corazón la dulce
es~
peranza?
¿Quién no se rinde ante los atractivos
d.e la virtud para alcanzar la eterna
feti~
.ciclad, prometida por Nuestro Divino
Salvador, imitando .fielmente a la
Maes~
tra de las virtudes, a la Soberana de las
-criaturas, que mereció la dignidad sin
i_gual de ser l\1adre de Dios, dando al