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respecto á las condi ciones e ti ológica que de be é ll a . reque–

rir para a tacar al hombre,

y

s i no se puede tampoco pro–

bar con argumentos conclu yentes la desaparición de la

ve–

rritga

que atacó

á

los conqui s tadores;

verrug·a

es ta que

muy probablemente tambié n solo tuvo una morada res–

tring ida que los españoles por de g racia hubieron de to–

car e n é ll a, ¿cómo explica rse la epidemi a de

verrngas

que el Dr. Patrón acepta? Se rí a necesario para es to de–

mostrar antes , que por ci rcun s ta ncias excepc ional es \rnbo

de permanece r todo el ej é rcito que padec ió de esta enferme–

dad , precisamente en aque ll o. lugares limitadís imos don–

de se albe rga el ge rmen de la

verntg·a;

hecho verdadera–

mente poco verosímil , ciado el carácter mismo de todo

ej é rcito en campaña, que había de es tar s iempre en evo–

luciones continuas.

Aparte de es to, existen pruebas de qu e la ep ide–

mi a se pre. entó, ó si acaso duraba todavía, diez años des–

pués de haberse es tabl ecido la paz en el impe rio; cuando

Huayna Cápac concluía su fortal eza eí\

Tomebam/Ja,

go–

zando de la g randeza del imperi o; lo cual contraría

el período máximo ele incubac ión ele la

verruga .

Segú n lo expues to, la hipótesis del Dr. Patrón ti e–

ne n co ntra los hechos s ig ui entes :

1º.

Q ue para supone r la ex istencia el e una ep ide–

mia de

verrug·as

en el ej é rcito de Hu ayna Cápac, era ne–

cesario que aque l hubi era tra ns itado ó pe rmanecido en. es–

tado ele sitio , prec isamente en a lg una de aquellas zonas

qu

á

juzga r por lo que sucede hoy, debió se r poco ex–

tensa.

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