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abandonamos, pues, los datos

históri~os

acumulados ya al r es–

p ecto, para limitarnos simplemente al estudio de los motivos

que indujeron á los p eruanos primitivos la práctica de las

trepanaciones. · También en este punto era necesario res–

tringir más el tema: sólo la descripción de los traumatismos

craneales como motivos de trepanaciones demandaría grueso

volitmen; escogimos, pues, hace pocos meses, para ofrecer á

la altísima consideración de la

F

acuitad, los apuntes históricos

tomados con la intención de probar la antig üedad de la sífilis

en el Perú, qite juzgamos desempeFía importante papel entre

los múltiples motivos qite indujeron á los prácticos á inter–

venir quiritrgicamente en el cráneo.

P erdonad, señores catedráticos, las inconexi.ones y defi–

ciencias de estilo que notareis en el presente trabajo. y no os

extraiiéis que desnudos de todo título, vengmnos á sostener

tema tan trascendental como el p resente. Max M ü!ler,

1

el

eminente profesor de la Universidad de Oxf ord, ha di.cho:

«La histor ia de esos tiempos remotos, tan e:ctrafi.a en apa–

r·iencia á nitestros modernos intereses, adqitiere un nuevo en–

canto, no bz'en comprendemos que nos cuenta la hist(Jn'a de

nuestr oprop i·o linaje, de nuestr a p 1'opia f amilia

Ó,

p or mejo1'

deci·r, de nosotros mismos. A veces acertamos

á

abr ir un

cajón que no habíamos abierto lzacia muchos años, y nos p o–

nemos

á

recorrer car tas que no !tabíamos leído en todo ese

tienipo; seguimos !e)1endo un rato con fríá indiferencia )' ,

au?tqtte reconozcamos nuestra letra, aunque trop ecemos con

?tombres qitef ueron en un día caros á nuestro corazón, ap e–

nas sz· p odemos creer que somos nosotros los que escn.bi.mos

aq7te!las car tas, los que sentimos aquellas ang·ustias, los qite

particip amos de aqitella,s a!eg·1'ías, lzasta que, al fin, el p a–

sado se acerca,

y

7tosotros nos acercamos á él: entonces nues–

tro corazón vuelve á caldearse , despiérta?tse e1t nosotros las

antig·uas emociones, y nuestros sentimientos nos dicen que son

nuestras aquellas ca1'tas. H e aq?tí lo qtte se exp erimenta al

l.

Max Mülkr ,

L a Mitologfa Comparadét.

l I