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encohtmdas en los huacos se vé pr6digamen te reprodncirla la fm·–
nia humana,
y
algunoscon tal perfección
y
naturalidad, que "su–
gieren la idea de un retmt.o indi,ridual"
(1). A
menudo es dado
encontrar motivo
le~ítimo
de adrniración en las fisonomías expi·e–
sivas, vivientes, que fig·uran en eHo::'l huacos, ostentando
a.l~.nmo:s
de ellos las faceiones mutiladas, como si reprodujeran las injurins
de algún proceso morboso.
¿Son realmente lesiones patológicas las que así F:e J·epresen–
ta, ó se trata más bien de mutilAciones practicadas por c·astigo,
ó usadas como signo pa1·ticular de alguna tribu, 6 resultantes de
intervenciones C]nirúrg:icas? Y en caso de se1· deformaciones pato–
llígicas, ¿cuál es la enferrnedail que las ha dete1·minaclo: la lepra,
la sífilis, el lupus, la uta? Estas
y
otras diver·sas hipótesis han si–
do sucesivamente planteadas
y
discutidas, sin que hasta l'loy se
haya alca11zado una conclusi6n definitiva é incontrovertible en
favor de ninguna de ellas.
Probablemente incurren en er1·or los autores que se empeñan
en ver en todos los
h11acos
(2)
que reproducen rosti'Os humanos
mutilados la representación de una
só~a.
y
mi~n
a. cau, a-par.ólo–
gica ó nó-de dicha lesiones.
·
Cabe desde
1
e,..
:o
fonuar un crrupo especial c 0 n a.qmenos hua–
cos que ostentan mutilacirmes
ti'ÍC11lgnlar~s
(]e borde.· cortados
Á,
cuchillo, que inteTe..au total
ó
parcialmente la naríz 6 los labio:-,
especialmente el superior,
r
qne
j)OT SU
liLSpect.() pronu cindamen–
te artificial, no pueden indicu.r la intenci()n del a1·tista de •·epro–
dncir defo1·maciones patol6g·icas.
Pare~e
extraño que lo:'\ anti–
guos alfa•·e•·os peruanos hayan quel'ido desmentir su bien proba–
da dP-streza, empeñandose fln figurar de manera tan
bun.laé infiel
á la realidad lesiones facia.les de origen pat.ológico.
De esas lesiones triangulares de apariencia francamente artifL
cial nadadiríamos, porqueno ofrecen ningún interés
deRdenuest.ropunto de vist<1 especial, si no fuera porque se ha pretendido que
son del mismo orden ytienen idéntico carácter todos los demás
que se encuentran en los huacos, quedando éstos así privados de
todo valor documentario para la historia de la uta
ó
de cualquie•·
otra enfermedad prehispá.oica.
En
efecto, un sabio colombiano,
el Dr. Juan Je Dios Cal'l'asquilla, apoyándose en los elatos re-
(1) Report of the proceedings of the
~nmismatic
and Antiquarian Society of
Philadelphia, 1884, pág. 27. Referencia á la colección de huacos presentada por
el Dr. José Mariano Macedo (de Lima) .
(2)
En el Pet·ú se llama comunmente huacos á las piezas de alfat·ería ext.raí–
das de las tumbas indígenas .