TERCERA PARTE. - CAPITULO VII.
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nistros, de los obispos, de un individuo del tribu–
nal ·supremo de justicia, de un doctor por cada
universidad que en Chile se estableciese, de tres
oficiales del ejército nombrados por el presidente,
de dos comerciantes y dos propietarios cuyo ca–
pital en giro
ó
en bienes no bajase de treinta mil
pesos, y del delegado del poder ejecutivo en la
provincia donde se reuniese el Congreso, debia
durar seis años.
Se consignó en la Constitucion que Chile consti–
tuiría en adelante una república; que el país no
admitía otra religion que la católica, apostólica,
romana; que el clero quedaba sujeto á la legisla–
cion civil y criminal como todos los demas ciuda–
danos, privándole de todo poder
y
autoridad tem–
poral; que todos los habitantes de Chile, cualquiera
que fuese entonces su clase y condicion, serian
completamente libres, y se pusieron trabas y res–
tricciones
á
la facultad de vincular con el fin de
destruir los mayorazgos en una época mas ó menos
larga.
No satisfizo demasiado al pueblo chileño esta
Constitucion, un tanto aristocrática para un país
sobre el cual habian pesado durante tantos años
las cadenas del despotismo
y
que estaba por lo
tanto sediento de libertad, como era natural que
lo estuviese, y la popularidad del presidente
O'Higgins, de quien habia par tido el p nsamiento,
decayó bastante con este motivo. Unióse
á
este la
adopcion de algunas medidas represivas sobre el
contrabando que, con motivo de lo especial
y
cri–
tico de las circunstancias porque habia pasado el
po.is, se había hecho en los últimos cinco años con