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Despues de haber pasado en el reino del Perú

las cosas que he contado en los libros precedentes,

resta agora hacer mincion de las guerras ceviles que

hobo en él; porque ciertamente, demas de ser muy

J

largas, pasaron grandes acaecimientos; y que no ha

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illillido

en._ el muu4o

g.eJ

;J.tes

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ur;¡..a_na9ion que tan

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cruelment~las siguiesen,_ohridado~dela

muerte,_é no

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dánd-0se nada por perder

Ja.

v-ida p01· vengar

u~ps

de

l

otros sus pasiones. Fueron los negocios que las

aca~-

rearon sin nenguna raíz y muy poco fundamento;

despues se fueron encendiendo de tal manera, que

perdieron las vidas, tratando en ellas)

dQS .

d~

e

atrq,,miL~s a:qQJ,E¿~.

Porque como estos reinos estén

· arredrados de España, tanta admiracion causa decir

acá que hay juntos quinientos españoles, como en

Italia cuando dicen que hay veinte mil ; para esto la

razon es muy evidente, pues para venir de España

se han de pasar tantos trabajos é navegar por el

Océano, despues, para venir al Perú, han de hacer lo

mesmo d·esta· otra mar Austral, así, de enfermeda–

des como de otras causas que nunca deja de haber,

aunque salgan de

Españ~

muchos mancebos españo–

les para venir

á

estas conquistas, compelidos de· ne–

cesidad, por las tales enfermedades se guedan mu¡

chos sin llegar

á

este remo; por esto-;de la gente que

1ia1iafücto en él para seguir las guerras, ántes ha cau–

sado admiracion ver de dónde salian

é

venían tantos

españoles que no parecerles poco. Las causas que

dan para que estas guerras comenzasen, dicen que

al tiempo que fué Hernando Pizarro á España con la

nueva del gran tesoro que se hobo en Oaxamalca,