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GUERRA

ventana se salieron sin ser sentidos de los guardas que esta–

ban con Anton de Almagro, é, como Ja escuridad de la noche

fuese mucha, tampoco fueron vistos de persona alguna,

é

an–

duvieron hasta que allegaron á la posada del mismo Gonzalo

Pizarra,

é

como vieron juntos aquellos sus amigos, se abra–

zaron unos con otros, haciendo ·muchos ofrecimientos á Lo–

renzo de Aldana

é

á un Pedro de Hinojosa;

é

despues que se

hobieron todos _holgado, acordaron entre Gonzalo Pizarro,

é

Alonso de Al varado,

é

Lorenzo de Aldana de irá prenderá

Grabiel de Rojas, que á todo esto se estaba en su casa sin sa–

ber nenguna e.osa de lo que pasaba;

é,

para que le tomasen sin

sospecha de nenguna cosa, les pareció de llevar consigo á un

§fil!fil,

criado que babia sido de Hernando Pizarra, é despues

que había entrado en el Cuzco se había pasado á él,

é

por

esta causa era aceto á Grabiel de Rojas,

é

le tenia por sos–

pechoso

á

las cosas de los Pizarros. Con esta determinacion

salieron de ca a de Gonzalo Pizarra para ir donde estaba Se–

tiel,

é,

llegados á su casa , la cercaron porque no pudiese des–

cabullirse dellos,

é

uno le dijo: «Setiel, salí acá fuera, que

conviene»; él se turbó en oír que

á

tal hora le llamasen

é

de–

terminaba de no salir; como se tardase, le dijo otro: «Setiel,

salí, que Gonzalo Pizarra os llama,

y

está aquí aguardán–

doos»; él respondió: «¿cómo puede Gonzalo Pizarro estar ahí

é llamarme si está preso?» Gonzalo Pizarra, alzando la

v.oz

para que le conociese, le dijo:

«DO

estoy preso, Set.iel , sino

suelto, por eso salí acá fuera». Setiel , viendo que no tenía

remedio, todo turbado, temerosó, creyendo que luégo le ha–

bían de matar , salió; Gonzalo Pizarro, viéndolo, le dijo: «no

hayais temor, Setiel, nenguno, que de hombres como vos no

se hace caso

o.

Díchole esto, le mandó que fuese

á

casa de

Grabiel de Rojas

é

llamase á la puerta,

é

así lo hizo, yendo

Gonzalo Pizarra, é Alonso de Al varado, é Lorenzo de Aldana,

Pedro de Hinojosa

é

otros de los que con ellos se habían jun–

tado. Llegados á las puertas de las casas del capitan Grabiel

de Rojas, Setiel dió grandes golpes de manera que Jlojl!.§. los

pudo oír, é mandando abrir la puerta supo lo que pasaba,

é