CONDE D
_ STELLAR.
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y
esteriles, ni
~n
l as islas adyacer:ites existi
n,
ni
podían fundarse por entonces poblaciones extran–
geras. Satisfechos con el éxito
umplído de su
empre
, y queriendo dejar en aquello parage
una 1nen1oria duradera de su vía · ,
envia1~on
en
una lancha al hijo de Iriarte on otros diez y s i
valiente
á
que clepo itara en tierra una l 'mina
de bronce con una inscripcion adecuada al ol jeto.
Por de gracia se levantó una de e as e panto a
tormentas, que son frecu ntes en aquellos borras–
cosos mares;
y,
teniendo el navío que tomar el
largo, dejó
á
merced de
1
s inclementes ola á
los desgracia€
a
1
ne
<[)_u·
en
erian víc-
timas del océ no,
ó
Cl e la
ru le privacio-
nes .
El
ire
ono iend
~nutilidad
le la ór-
dene. , exp
ic as á Bueno -Ayre , Chiloe
y
Chile
para que e le dieran lo auxilios posible
hubo
de mandar, que se ofre ie e el ufrágio de
la
mi a
por el descanso de sus ahnas.
P
ra Iriarte
pidió el corre in1iento de Cuenca y para Beas el
l ábito de
antiqgo . T ,nlbien
fu'
gr ci ado con
un corregimi nto el que trajo
Ja
noticia e que n
Patagonia no
h
bia ninguna poblacion
,,r tran–
gera.
El
indio, que había
eO' urado lo contrario,
fué castigado con la pena de l
i
nto azot s .'
traba.joforzado
n
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1 de "i:tn Lorenzo .
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