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CVI)

no es lisonja. La Hifl:oria

~

y

la

confesion

de

la parte es el 111ejor colirio ,

y

debe aplicarse

efie retnedio para que se corrija la ceguedad,

se vea lo que no se cree,

y

por lo que se sabe

se

c<?ngeture lo

que

se

ignora ,

y

se debe pre–

SUllllr.

Qh1ánros

vivirán

difiantes

de creer que

l1a

havido en la

Compañia

quien

detnue11re ,

y

r~prehenda

los errores de su Gobierno interior_,

los defeétos

de su

1netl1odo

de eitudios,

y

las

in1perfeccioncs de sus individuos.

No

se per–

suadirán

facilt.nente

á

que efl:os censores

l1an

ocupado los

lugares

n1as etninentes en su

Or-

·aen por su virtud, su

dignidad,

ó

su ciencia:

que

alguno de

ellos logra

veneracion

en

los

altares ,

y

que han sido Españoles,

y

cotnpa–

trioras

de la

Religion ,

y

el

Patriarca.

Parecía que la profesion ,

y

el paysanage

debia inreresarlos en la defensa:

pero

el

atnor

de la verdad ,

y

de la virtud suele ser mas po–

deroso

que el de

la

patria.. Españoles

fueron

los que latnentaron el efl:rago,

y

anunciaron

la

caída,

y

E

paña

fue el

pri1ner

Reyno en que

e111pezaron

á

declararse contra

las

novedades

en el Infl:ituto ,

y

en la Doél:rina,

y

donde su–

frieron sus itnperfecci

ones la

pri1nera

perse–

cucion.

La

lnz~P;en

del

prim.er

siglo de la

Com–

panía

trae las pruebas ,

y

la

l1iil:oria

de

eil:a

verdad ,

y

Salamanca ,

Toledo ,

y

Zaragoza

fueron

los teatros

do11de

se representó la Tra-

gedia..

An-