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amencia fué pretestada para procusarse la impunid ad ¿có·

mo se promete que ese m1smo pueblo no lo detestará e terna–

mente? Con estudiado dolo qu iere comprometer en su ridí–

culo folleto la persona del Sr. jeneral Nieto, amalgamando

su crímen con las relaciones de aquel Sr.; mas es en vano;

porque todo Arequipa sabe que solo Vijil fué capaz de con–

cebir tan a troz hecho.

El suplemento de Vij il debe servir de auto. cabeza de

proceso de sui11ario, de confesion y prueba completa de su

delito. E s el testimonio mas irrefr agable de su maldad, pues

llevado á un tribuna l, y glosado en sus periódos por una ló–

jica cla ra, debería conta r con un fallo, que condenase su

cuerpo

a

un patíbulo afi·entoso, y su memoria á perdudable

mald icion de los hombres.

¿Que otra cosa puede esperar un

hombre, que despues de convicto y confeso en su crimen, in–

sulta á la nacion con el lenguaje torpe y blasfemoc on que se

produce contra la dignidad de un obispo?

Supongamos por

un momento que este prelado no estubiese revestido con las

virtudes propias de sus principios, de su educacion, de su

ministerio y de su .alta dignidad; y que como hombre tubiese

alguna debilidad. ¿Podrá ser permitido que el miserable Vi–

ji!, ese átomo desconocido en la sociedad, levante la voz y la

pluma pa

ra denosta rlo en los términos horrorosos con que lo

pinta.eu

su suplemento?

¡Pueblo cristiano,

á

vos toca es–

ca

rmentar

á

este impio! Jueces intejerrimos contened su in–

fernal furia: la relijion santa que nos decora se interesa en ob–

sequio de este humilde pastor. El sufre y perdona, como

s~

divino maestro:· protesta

á

la faz de la

n ~cion

que desea ha–

cerle bien, y que olvida las aflicciones que le causa: recuerda

el precepto evanje lico en las siguientes palabras-Dilijite

in-i–

micos vest1·os,

y el

benefacite is qui oderunt vos,

lo tiene en

cada instante

á

la vi sta recordando á Vijil.

El persuadió

y rogó

á

su digno hermano hiciese otro tanto, ¿y por esta

clemencia se avanza este ser inmoral

á

colmarlo de opro–

bios, ll enando pájinas enteras de injurias contra tan ven.eran–

da persona ?

N esciunt quid f aciunt,

repite

á

cada mo–

mento en medio de las angustias que

le hace sufrir , y

solo encuentra consuelo en el dulce seno de la relijion,

que hace sus delicias. El imita

á

su maestro en la pa–

ciencia y humildad, y escucha con semblante apacible

.y

con la sonrisa de la innocencia las injurias que le prodigan.

Pueblo Arequipeño, un impostor atestigüa con vos las calum·