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SANTO.

31r

·dia

pára ponerse en

camino : salen

ántes que

el sol naz–

ca: su amor

las

sirve de guia por entre las tinieblas. iCon–

sultan

aca$O

su

delicadeza~

¿Escuchan

la timidez

natu–

·ral

a

su

sexo'

y

cien falsas

razones

que se presentan

a

su espíritu pára disúadirJas de sus

intentos~

Uua dcvo–

cion ménos

sólida

y

un

amor

de

Dios ménos puro

hu–

biera sido ménos generoso,

y

se hubiera dexado persua–

dir; pero se difiere poco

a

los

serltimientos humanos

quando se siguen

los

atractivos

de la gracia. ·

Dios no

quiere esos espíritus· vacilantes e irresolutos que balan–

cean siempre sobre su conversion. Dios

desecha

esas

al–

mas tibias

y

esos corazones tímidos que parece

no

cuen–

tan sino sobre sus propias fuerz:is: esas medias volun•

tades que no sirven sino para atolondrarnos

y

entrete–

nernos.

¿

Dirémos que estas generosas siervas de Dios quizá

no preveían las dificultaqes

y

que .ignoraban Jos obstácu–

los~

de ningun modo. Apénas se ponen en camino quando

les ocurre

la

dificultad que las ha de costar

el

mover

y

quitar

la

piedra que cerraba la entrada dd sepulcro:

.Quis revólvet nobis lápidem ab óstio monuméntn

E ~ te

solo obstáculo parec

e debía h

acerlas retroceder. Un cuer–

po de guardia, una pieci.ra de un peso enorme

y

el se–

llo del magistrado,

i no

eran unos poderosos motivos.

para

no pasar ade1aote? Sin duda, para quien no tiene

sino un amor de Dios débil

y

enfermo; pero al que ama

a

Dios· sin reserva,

y

al que no busca sino

a

Dios, la

confianza le inspira un prodigioso aliento

y

le hace atro–

pellar por

todo.

P U N T O S E G U N D O.

Considera como Dios tarda poco en

premiar el fer–

vor de

una

alma que

no

busca · sino

a

su Magestad,

y

que solo está animada de su espíritu. Ninguna cosa em–

peña mas al Señor

a

hacer milagros que un amor ge–

neroso

y

una fe

viva.

Las saneas mugeres de nues–

tro

evangelio

no

se

detuviéron, ni por el temor de que

los soldados podrfad impedirlas

el

acercarse al sepulcro,

ni por

la

imposibilidad de quitar ellas solas una pie–

dra que muchos hombres

juntos

no habrian

podido

mo–

ver;

y

así '

apénas

se determináron

a

pasar

adelante,

V 4

quan-