,
NOVIEMBRE. DIA XXVIII.
437
tos
a
sacrificarlo "todo, parientes ,
amigos,
y
nuestra
mis–
ma vida, ántes que ofender
a
Dios.
Santiago
y
San
Juan
dexáron
a
su padre en el barco por seguir
a·
Christo
0
( Marc.
1.)
El mismo divino Salvador no
permit ió que
.fuese
a
enterrar
a
su padre un.jóven
a
quien llamó. ( Luc. 9.)
Conformándose con esta doctrina
Jesu-
Chri to ,
todo lo
abandonáron los Santos, de todo se despojáron por
se-
,
guirle,
y
el dia de hoy están hacienJo el mismo sacrifi–
cio
tantas personas religiosas. Es mucha desgracia
de~.pues de haber puesto mano al arado, vol ver
a
mirar atras.
Obedecerán este precepto aquellas personas
que
hasta
en el claustro están fomentando el desordenado amor
<l.
sus ·parientes? Aquellos religiosos
que
están como embebe–
cidos
en el espíritu de la carne
y
sangre? Seguirán esta
doc–
trina~
pues sin este despojo, sin esre desa imiento no hay
discípulos de
J~su-Christo.
No es ménos indispensablemente
necesaria la renuncia de sí mismo ; pero ésta se usa mucho
el
dia de
hoy~
Ah! que todo el mundo busca su interes:
el gran móvil de las acciones humanas es
el amor
propio;
ni
los
que se aparentan·mas devotos son siempre los mayo–
res enemigos de sí mismos. Cada uno se busca
a
sí- propio
en casi todo. Pues no nos admirémos ya de que hoy se vea
en el mundo, y aun en el estado religioso , tan poquito de
virtud sólida, castiza, .perfecta,
y
verdadera: de
que
se
encuentren
tan
pocos discípulos legítimos de Jesu-Christo•.
Es menester seguir
a
este Señor en todo
y
por todo; per<>
miéntras tanto solo se escucha la voz de la carne
y
de la
sangre. Es indispensable aborrecerse
a
sí mismo, mortificar
los sentidos, llevar su cruz. Parécete de
bu~na
fe
que si-
- gues
e ~ ta
doctrina
?
Mi Dios ! qué conducta es la
nuestra~
Oimos, recibimos·
como oráculos las palabras de Jesu-Christo; con todo esO'
no son ellas la regla de nuestra costumbres: éstas son muy·
opuestas
a
su doctrina , y sin embargo vivimos
como
amo,..
dorra.dos en una profunda seguridad!
.,
Reconozco , Señor, siento
y
palpo , por vuestra infi–
nita mi sericordia , mis ilusiones
y
mi error. Haced que me
aproveche de este cºonocimiento,
y
que es tando convencido,
como lo estoy, de la ve rdad de
-~ues tra
doctriaa ,
y
~e.
l:r
santidad de vuestra moral , sea este en adelante la
unica
regla de todas mis operaciones.
·
Ee3
JA-