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DEVOTOS.

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digalidades sin qué ni para qué ; esas profusiones Di a XVIII.

en regalos , en mesas

y

en festines , añadirán mu-

cho honor

á

un hombre destituido de todo méri-

to? Mient ras tanto un vaso de agua ; dado por

caridad , tiene por recompensa el mismo Cielo.

iQué

soberbio tren , qué magníficos equipages die-

ron jamás tanta honra, como una tropa de pobres

que te rod ea n

y

te aclaman por su padre? Inú-

tilmente te quieres aturdir haciendo pública pro-

fesion

d~

mundano ; Christiano eres ,

y

la luz de

la ,ReJigion se abre cami no por entre las mas den-

sas tinieblas. Oyese su voz enmedio del mayor es-

truendo. Conócese muy bien que ninguna cosa ha-

ce mas respetable

á

un Grande, á un hombre

ri-

co, que la caridad chrjstiana. Descúbrese en esta

liberalidad cierta grandeza de alma, derto fondo

de nobleza, cierta superioridad de espíritu, que se

eleva mucho sobre esos títulos secos, estériles, in-

fruétuosos, fundados

e~

posesiones que no comu-

nican mériw ,

y

en unos antepasados que ya no

exísten. Un mal corazon, un espíritu apocqdo, una

alma baxa

y

vulgar , nunca fueron muy caritativos.

Es la caridad la virtud de lar, almas nobles,

y

la

liberalidad con los pobres el caráéter mas ordi-

nario de · un corazon verdaderamente christiano.

Admirámonos de ver tantas mudanzas en la ,for-

tuna de las casas

y

de los hombres. Nunca se

~an

vis to en el tea tro tantas mutaciones de

escené\~·

Un

mismo hombre representa en su vida muchQ$

p~

peles; las mismas posesiones , los mismos

c~gos,

Jos mismos muebles mudan de manos

y

de \ ffiOs

~

cada

paso. Por lo menos pocos

hijos

se

~ncQ~n-

Cc

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