DEVOTOS.
401
digalidades sin qué ni para qué ; esas profusiones Di a XVIII.
en regalos , en mesas
y
en festines , añadirán mu-
cho honor
á
un hombre destituido de todo méri-
to? Mient ras tanto un vaso de agua ; dado por
caridad , tiene por recompensa el mismo Cielo.
iQué
soberbio tren , qué magníficos equipages die-
ron jamás tanta honra, como una tropa de pobres
que te rod ea n
y
te aclaman por su padre? Inú-
tilmente te quieres aturdir haciendo pública pro-
fesion
d~
mundano ; Christiano eres ,
y
la luz de
la ,ReJigion se abre cami no por entre las mas den-
sas tinieblas. Oyese su voz enmedio del mayor es-
truendo. Conócese muy bien que ninguna cosa ha-
ce mas respetable
á
un Grande, á un hombre
ri-
co, que la caridad chrjstiana. Descúbrese en esta
liberalidad cierta grandeza de alma, derto fondo
de nobleza, cierta superioridad de espíritu, que se
eleva mucho sobre esos títulos secos, estériles, in-
fruétuosos, fundados
e~
posesiones que no comu-
nican mériw ,
y
en unos antepasados que ya no
exísten. Un mal corazon, un espíritu apocqdo, una
alma baxa
y
vulgar , nunca fueron muy caritativos.
Es la caridad la virtud de lar, almas nobles,
y
la
liberalidad con los pobres el caráéter mas ordi-
nario de · un corazon verdaderamente christiano.
Admirámonos de ver tantas mudanzas en la ,for-
tuna de las casas
y
de los hombres. Nunca se
~an
vis to en el tea tro tantas mutaciones de
escené\~·
Un
mismo hombre representa en su vida muchQ$
p~
peles; las mismas posesiones , los mismos
c~gos,
Jos mismos muebles mudan de manos
y
de \ ffiOs
~
cada
paso. Por lo menos pocos
hijos
se
~ncQ~n-
Cc
_t\an