Junio.
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E X ERe1e10 s
mente vuestro sonerano .dueúo., ;qué. mayor impie–
dad que seguir
á
otro~
Hazte cargo , no solo de la
injusti•ia' sino de la extravagancia
de
'esta condufu,
y
de hoy en adelante resul:lvete
á
ser verdaderamen.
te Christiano , dexando de ser mundano verdadera–
~ente.
Si hasta aqui no te avergonzaste de seguir las
máximas del mundo, ni de hacer obstentacion de
su espíritu no te avergüences de hoy mas de pare–
cer religioso
y
devoto, ni te corras del Evangelio.
No hagas ahora aquello que infaliblemente has de
condenar en la hora de la muerte.
l.
No basta que tus diltámenes y tus máximas
sean christianas
y
piadosas ; es menester ignorar
h~s
ta el lenguage de los mundanos. Guardate bien de
aplaudir las máximas los abusos
y
las modas que
reprueba
el
Christianísmo. Jamas cites los estílos del
mundo en
tono de quien autoriza sus desórdenes.
Causa compasion olr decir á un Christiano:
Et
mun–
do píde esto
;
as( lo quiere el mundo; esto es del gr1s–
to
y
de la aprohacion del mrmdo.
Es impiedad , es
. cosa extravagante que el espíritu del mundo haya de
servir de regla
á
las costumbres de los Christianos.
Condena
á
cara descubierta sus máximas, y jamas dés
c¡uartel á su espíritu. Disuena, escandaliza en una per–
sona religiosa ·alabar
d
buen gusto
de
un trage ,
el
garvo de una muger, monstrando inclinacion
á
la pro–
fanidad,
y
á la desenv.oltura.
¡Y
qué escandalo sería,
si las casas religiosas , que son el asylo de la virtud
christiana , se convirtieran en escuelas pt•blicas de
mundanidad!
Seria ver la ahominacion de
111
desolii·
cion en el lugar santo
,
si las doncellas christianas
aprendieran en los Conventos
á
brillar en
el
mun-
do.