DEVOTOS.
¡Adónde se fueron aquellos dichosos dias , aquc- D'.a X!V.
llos felkes tiempos en que los Fieles no tenian mas
que una alma
y
un corazon
1
Entonces habia pocos
Christi~nos
que .no fuesen discípulos de Cilristo ; hoy
cuenta Chri>to muy pocos discípulos entre los que
se llaman Chrlstianos. Cotejémos las costumbres de
'este siglo con la de aquellos primeros tiempos; com-
parémonos con los Antonios , con los Basilios , y
con todos los Santos , cuyas vidas admiramos, de-
biendo servirno¡ de modélos. Tqdos somos ovejas
de un mismo rebaño,, guiadas de un .mismo Pastór;
el
pasto es uno mismo , una misma la doéirina ;
y
todos· nos preciamos de discípulos de un mismo
Maestro. _¡Pero ah, Señor, y qué diferencia tan mons-
truosa
1
¡qué oposicion tan extraíia
!
¡Mas por quál de
los dos extremos militará la extrañeza ' ¡Serán discí-
pulos de ChristQ aquellos esplritus mundanos que se
aman tanto
á
si mismos, que miran los trabajos con
tanto horror , y que ignoran hasta el nombre de ca-
ridad
1
¡Contaráme Christo á mt en -
el
número de sus
discípulos' Mas si no entro en este número, ¡quál
será mi destino , quál mi desgraciada suerte?
¡Será posible , Seí1or , que despues de estos to·
ques que me dais , despues de estas reflexiones con
que me favoreceis, todavla no múde de condull:a,
y
no enmiende mi vida ' Posible y muy posible se–
rla ; pero confio en vuestra piedad que con vuestros
poderosos auxilios han de ser cficáces estas reflexio–
nes , firmes mis resoluciones ; y que desde este mis–
mo punto comenzaré
á
ser vuestro verdadero discí–
pulo , acre<litandolo con la reforma general de mis
costumbres.
·
JA-